Me entero de la muerte del dictador cubano y me quedo tal cual. No sé, era tan mayor el hombre que, sinceramente, casi lo había olvidado ya. Toda mi vida oyendo hablar de él, viéndolo en la televisión y en los periódicos, escuchando lo bueno y lo malo que hizo. Se ha muerto, además, con 90 años y en su cama, supongo que un catre de lujo. Llorado por muchos y mancillado por otros, lo normal en estos casos. A lo mejor ahora nos enteramos de a cuánto asciende de verdad su fortuna y qué hay debajo de las alfombras de su suntuosa morada. Nunca he estado en Cuba, así que solo sé de él lo que he escuchado y leído, opresor para unos y salvador de los pobres para otros. Algo bueno habrá hecho y, seguramente, será verdad, al menos, la mitad de lo malo que le imputan. Ni lo uno ni lo otro me interesan para nada si los cubanos no han podido vivir en libertad bajo su dominio, elegir el colegio de sus hijos o qué periódico leer, por no hablar de cosas mucho más primordiales. Como valoro la libertad por encima de todo, si se ha muerto, que la historia lo juzgue. Era ya un señor muy antiguo.