La Tostá

Una de espías

Image
Manuel Bohórquez @BohorquezCas
03 may 2022 / 05:55 h - Actualizado: 03 may 2022 / 05:02 h.
"La Tostá"
  • Una de espías

TAGS:

De niño en Cuatro Vientos, como era muy peliculero se me ocurrió espiar a mis convecinos. Entonces, en los sesenta, en las casas no cerraban las puertas, ni siquiera de noche. Y si cerraban la de entrada, casi siempre estaba abierta la del corral y no había rejas en las ventanas. Por tanto, entrar en una casa era pan comido. Por este motivo, era el niño mejor informado del pueblo. Como me solía esconder debajo de las camas o en las mesas camillas, lo cierto es que me enteraba de todo. Incluso anotaba palabras o expresiones que no entendía y luego se las preguntaba a mi madre o a mi abuelo. “Tira palante, que te voy a poné mirando pa Gelves”. Aquel día me vi en un apuro, porque había solo una cuarta entre el catre y el suelo, y como por lo visto no acababan de llegar a Gelves, casi muero aplastado. Nunca desvelé el resultado del espionaje. Tampoco lo voy a hacer ahora, porque hay personas que aún viven y, aunque era el juego de un niño de 6 ó 7 años, sin maldad ninguna, estaría feo. Recuerdo ya pocas cosas, además, solo lo que me impresionaba. Y a veces lo recuerdo como si lo hubiese soñado. Ayer supimos que tanto el presidente del Gobierno como la ministra de Defensa, Margarita Robles, habían sido objeto de espionaje con el sistema Pegasus, tan de moda estos días. Se desconoce si lo sabían desde hacía tiempo y no lo quisieron contar o si lo descubrieron hace pocos días. En cualquiera de los casos, es algo increíble y más que preocupante, porque da la sensación de que estamos absolutamente vendidos. Dijo ayer Bolaños en rueda de prensa que nuestra democracia es de total garantía y que no hay de qué preocuparse, pero no sé qué decir. Que accedan al móvil del presidente y de la ministra que nos tiene que defender de posibles ataques exteriores e incluso patrios, es algo que cuesta entender. Imaginen que se publican conversaciones delicadas de Sánchez con alguna de sus singulares ministras –“ponme mirando para Cuenca, cielo”–, o que sale la voz del presidente cántabro, Revilla, preguntándole en el tono de Vallejo que dónde le deja las anchoas. Nos estamos jugando la democracia y no cae nadie. Tengo la lógica sospecha de que estamos siendo espiados todos los ciudadanos de una u otra manera, porque ayer estuve en el mercado y me quedé de piedra cuando el carnicero me dijo que fuera primero a la farmacia, porque había cola. ¿Cómo sabía que tenía que ir a la farmacia? ¿Dónde estaba el microchip, en el pollo del viernes o en la hamburguesa de espinacas que le compré el sábado?