Otoño es la estación del año en la que los cielos nos muestran ese color a fugacidad. Es la época en la que el verde de la naturaleza se torna marrón. Cuatro meses en los que tenemos que buscar el calor en una prenda y el refugio en un hogar de una primavera y verano que pusieron fin.
Este año no tuvimos primavera. Sólo pudimos disfrutar de un leve retazo en el folio en blanco que rellenamos conforme pasan los años. Como un pintor cuando empieza una nueva obra y no la termina.
El año pasado nos cogió de imprevisto. Nadie en enero pensó que fuese a ocurrir esto que nos azota actualmente. Hasta que todo explotó, seguíamos relamiéndonos con el dulce sabor de los caramelos repartidos en la Cabalgata y con el olor a canela y clavo de un Gitano que recorrió Sevilla en olor de multitudes.
¿Cómo vivir en la ciudad de la esperanza sin ella? Ese va a ser el gran paradigma de este año que entra.
El Ateneo informó que no habría cabalgata en 2021. El Consejo de Cofradías y el arzobispo de Sevilla están en la misma línea.
Es cierto que sin vacuna no hay opción a celebrar nada. También es igual de veraz que las decisiones no se pueden posponer ‘sine die’ en el tiempo, pero una puerta abierta a la esperanza, esa que nos espera en seis puntos diferentes de la ciudad, es algo que necesita la ciudad.
Qué triste es saber en octubre que no veremos a los niños inundar la ciudad con sus sonrisas el próximo cinco de enero. Que no habrá pintura negra para las caras de los beduinos ni caramelos ni zurrón. Tristeza de no terminar una gran caminata por toda la ciudad y llegar al Rectorado con el depósito vacío de energías, pero lleno en ilusión.
Los Reyes vendrán, siempre lo hacen, pero esta vez no podremos verlos cara a cara. La función de los pajes será, aún más si cabe, importantísima para que la ilusión no se pierda.
Este otoño durará mucho más de cuatro meses. La primavera en Sevilla no será igual. El verde no brotará como nos acostumbra la ciudad, que siempre lo hace haga frío o llueva. El sol estará en lo alto, pero no lo veremos atravesar ningún palio de rejilla. Tampoco escucharemos esa frase que es el inicio y el fin de todo que dice “la Pontificia y Real Hermandad de nazarenos de la Sagrada Entrada en Jerusalén...”. El azahar saldrá e impregnará el atrio de los Salesianos de la Trinidad, pero no habrá punto y final allí. El silencio de la noche no será roto por el sonido de un martillo o de una corneta que diga aquí está Triana.
La primavera ha marchitado antes de florecer, aunque en la ciudad de la Esperanza siempre pasan cosas asombrosas, ¿acaso nadie ha visto brotar una pequeña flor de azahar en diciembre? Soñemos con nuestro brote verde.