Una raya en un mapa

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09 ene 2022 / 04:00 h - Actualizado: 09 ene 2022 / 04:00 h.
"Tribuna"
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¡Qué fácil es otorgar definiciones que mejor son defineciones! Mucho más que explicarlos. Porque ¿Quién pelea por una raya en un mapa? Si entendemos lo que parece querer asimilar el crítico, sería igual a luchar por un hogar colectivo, una nación, una patria. Así que ¿eran unos imbéciles trasnochados aquellos españoles que lucharon contra la ocupación napoleónica? ¿Fueron idiotas desvariados los vietnamitas que terminaron por expulsar a los americanos de su suelo? ¿Son egoístas los escoceses, portorriqueños ex–yugoslavos, palestinos o saharauis, por haberse independizado unos, por buscar su independencia otros? ¿Y los americanos, ingleses, hebreos o marroquíes no? ¿O acaso lo son los españoles fascistas y neofascistas actuales que discuten a las comunidades el derecho a decidir su futuro? ¿O solamente merecen ser descalificados quienes aspiren a convertirse en Estado entre los actuales habitantes del Estado español?

¿Quién se cree con autoridad para negar a unos pueblos lo reconocido a otros? ¿De dónde mana esa autoridad? Decidir qué se prefiere es un derecho. Coartar derechos es una forma de fascismo. Tanto como intentar impedir el ejercicio de cualquier derecho. Es desafortunado decir que el castellano está en peligro. Durante bastantes años se prohibió, no ya enseñarlo, sino incluso hablarlo en público y escribirlo, cualquier idioma peninsular que no fuera el castellano. Y ¡qué casualidad!, ninguno se ha perdido. En Cataluña no se ha pretendido orillar el castellano. Ser bilingüe no presupone menospreciar un idioma, es, al contrario, riqueza cultural. En escuelas e Institutos deberían enseñarse al menos dos idiomas, los estudiantes deberían llegar bi o trilingües a la Universidad o, en todo caso, a la terminación del Bachillerato. Porque eso es un valor. Aprender es un derecho y un deber. El crimen está en intentar impedirlo. Otra cosa será la voluntad para contratar profesores de otros idiomas, pero si no hubiera suficientes alumnos para todos los idiomas en todos y cada uno de los centros de enseñanza, la especialización sería la solución, con tal de que los alumnos se inscriban en aquellos centros dónde se enseñen las materias de su preferencia.

El problema, grave y arduo problema, no es aprender. Es no aceptar la enseñanza de determinadas materias. No puede existir mente más reducida que aquella que niega la ventaja de obtener una formación más plena. Así nos va. Si dónde menos se lee del mundo, aunque se publiquen más libros, la tendencia y una mal entendida fobia a los amantes de la emancipación, llevan a considerar imbécil a aquellos héroes de 1812, se está trazando un camino torcido. Más torcido por falta de posibilidad para enderezarlo. Si pelear por una raya, aunque sea en un mapa es de imbéciles, peor es la interpretación. Nadie pelea por una raya. Y si alguien pelea por eso, serán los primeros los ultras defensores de la unidad de España. ¿O no es una raya en un mapa lo que marca las diferencias entre comunidades? ¿O no es una raya lo que señala el espacio a defender por esa mentalidad centralista y desaforadamente radical y unitarista?

Una raya es, también, lo que separa el progresismo del radicalismo tradicionalista. Una raya, una línea separa la inteligencia y la tolerancia de la intransigencia. El razonamiento irracional ideado para insultar al independentismo, mucho más civilizado y pacífico que el unitarismo impuesto, también se puede aplicar a esto último. Y con mucha más razón.

La emancipación es un derecho, en especial cuando hay razones objetivas suficientes. Y, en el peor de los casos, si el independentismo pelea “por una raya en un mapa”, también y con doble fuerza pelea el unitarismo centralizante. Porque pelea por la raya susodicha dentro y fuera de la raya que marca el espacio delimitado para el Estado correspondiente.