Uno apuñala y el resto remata

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Pepa Violeta Pepavioleta
10 may 2020 / 13:57 h - Actualizado: 10 may 2020 / 14:00 h.
"Tribuna"
  • Uno apuñala y el resto remata

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Nadie hablará de nosotras, ni cuando hayamos muerto ni estando vivas. Y es que este silencio desconocido que nos regala el confinamiento, para nosotras es bastante familiar. A las mujeres nos llevan asesinando de forma silenciosa desde hace más de 4.000 años, más concretamente desde que el mundo es mundo. Pensado y organizado desde la mirada y los intereses masculinos. Vivimos subordinadas a una estructura brutal, silenciosa y bien encajada que hace que incluso los feminicidios en plena pandemia se integren como un mal menor, algo de lo que ocuparse más tarde. Esta semana concretamente en nuestro país, un machista ha decidido apuñalar a su mujer y a su hija. La policía llegó al domicilio y ante la inminente captura, el susodicho se tiró por un patio interior. Cuestión anecdótica ha tenido que ser para que los medios no dieran cobertura al tema. Os informo ya de paso que el asesino está recibiendo cuidados intensivos y sus víctimas en una caja de pino. Hace algo más de diez días otro decidió matar a su pareja y tirarla a un arroyo. Tampoco los medios han visto interés en publicarlo. Alguna nota suelta escondida entre montañas de titulares sobre el COVID y poco más.

Negacionismo y silencio

Es increíble que este tipo de informaciones solo sean dadas a conocer en núcleos y foros feministas y todo hay que decirlo, después de hacer un exhaustivo rastreo por la prensa y las redes. Sonia Vivas, policía, graduada en Educación, experta en Ciencias Forenses y formadora en Derechos Humanos, pone el acento en el panorama de violencia que vivimos, para contrarrestar al menos el discurso negacionista de la violencia, la justicia patriarcal y el silencio mediático: “en España que un tipo se te ponga delante y se masturbe no es delito. Pero bueno no es raro teniendo en cuenta que al hecho de drogar a una mujer y penetrarla sin su consentimiento por todos los agujeros, le llamamos abuso y no violación”.

La violencia machista en confinamiento se intensifica. El silencio, la impunidad y el dar importancia a otras cuestiones, coloca nuestro drama en el lugar que ha tenido siempre. El de las cosas que pueden esperar. No hay reacción y el motivo está claro: la violencia contra las mujeres es una forma de explicarnos qué lugar ocupamos en el mundo y nuestra posición en la sociedad. Mujeres que corren por los tejados para escapar de sus agresores, otras resignadas a ofrecer su cuerpo como saco, tinaja... apuñalas, humilladas, atemorizadas. Niños y niñas que conviven con la violencia y el machismo a diario, a los que desprotegemos ¿dónde queda su derecho a vivir una infancia plena que garantice su salud y bienestar emocional?, ¿cómo hablarles de ciudadanía si han sido víctimas de la deshumanización más cruel?

HELP!!

Así, en negrita y con mayúsculas la exigimos. La violencia machista sólo puede ser combatida con medios económicas, compromiso institucional y una sociedad despierta ante la desigualdad. Vital, dotar de recursos a los servicios de atención a las mujeres víctimas de violencia y a sus hijos e hijas. No hacerlo implica coger el cuchillo con el que nos apuñalan, para acabar de rematarnos. Los hogares se convierten en el lugar perfecto para esconder el abuso y la violencia económica. Garantizar un ingreso mínimo para vivir, por ejemplo, ayudaría a que muchas mujeres pierdan el miedo a salir de sus propias cárceles. Mujeres, a las que debemos garantizarles alimento y techo, para que de forma autónoma puedan hacerse cargo de sus criaturas, sin el temor de acabar tiradas en la calle o abiertas de piernas, señaladas con el dedo y juzgadas. Por increíble que parezca, la revictimización y el cinismo son deporte nacional en este país.

Alianzas ruinosas

El capital potencia el individualismo y el patriarcado la subordinación. Ambos son injustos y aberrantes. Unidos, una bomba de relojería. Imposible abrir caminos para la libertad individual y la justicia social, cuando las propias instituciones encargadas de esto se alían, convirtiéndose en cómplices de asesinatos, violaciones y abuso hacia la otra mitad de la población. Por eso desde el movimiento feminista, no podemos bajar la guardia, tenemos que sacar nuestros santos ovarios del escondite. Especialmente mantener el foco y no dejarnos contaminar por los discursos que nos aconsejan dejar nuestra lucha para otro momento, que ahora el COVID es prioridad. Lo sentimos, pero no. Cuando habla Celia Amorós de alianzas ruinosas, hace alusión a esa equivocación tantas veces repetidas por la mujeres en la historia que las lleva a postergar sus justas reivindicaciones en favor de alguna causa pretendidamente superior. Ya lo hicimos con las luchas antirraciales, la revolución proletaria... sacrificios “típicos” de mujeres, que acaban arrastrándonos a luchas internas infernales. Casi todas las mujeres llegamos al feminismo a ciegas y buscando bandera, cuando a veces solo necesitamos detectar que parte de “normalidad” no es normal y dejar de afiliarnos a luchas que no hablan de nosotras. Mantenernos con vida es nuestra prioridad, se acabaron las prórrogas.

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