‘Vamo animarnos III’

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11 abr 2018 / 17:02 h - Actualizado: 11 abr 2018 / 22:46 h.
"Habla, Sevilla"

Si en Vamo animarnos (I) –primer artículo– hablaba de cómo se monta una caseta en torno a la amistad, en Vamo animarnos (II) de cómo nuestros mayores deben de ser siempre nuestros socios predilectos, ya que –escribía en un segundo artículo- lo que hoy somos se lo debemos a ellos; en esta tercera entrega quiero hablar del alma de las casetas, esa que la compone el alma de cada socio y que pone a disposición del grupo.

Y es que cuando escribo que las casetas tienen alma, no es que la tengan unos tubos y un toldo, el alma de una caseta es la suma de esfuerzos, de bienhaceres, de aportaciones personales. El alma la ponen anualmente los encargados de renovar cada una de las 1.050 casetas (Alonso, Enrique, Pablo...), y de quienes lo recuerdan mil veces para que no se pase el plazo (Marta, Floren, Benjamín o Curro); el alma son las decoradoras de las casetas con sus mimos (Blanca, Clara, Inés o Sofía), el alma también es quien lleva las farragosas cuentas que solo interesa una vez al año cuando decimos ¿tanto? (Patxi), el alma es patrimonio de los que –y son la mayoría– todo le parece bien porque aportan y suman desde la calma (Lola, Auxi, Pastora, Susana, Mar, Rafi, Gonzalo o Juan Carlos), el alma somos los cónyuges de socios (entienda el lector que tenía que nombrarlos), el alma en definitiva es tener ganas de compartir, reír, disfrutar y agradar con familiares y amigos.

Decía Aristóteles, nacido allá por el 384 a.C., que «Lo que tiene alma se distingue de lo que no la tiene por el hecho de vivir». Ya el filósofo griego –sin saberlo– se estaba refiriendo a la Feria de abril de Sevilla; y es que si algo la hace tan singular y viva, además de por su luz, colorido y ambiente, es por el alma que cada uno lleva dentro y la esparce constantemente por el real...

Mientras tanto, ¡sé feliz!...y buena Feria. ~