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Varios problemas

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10 jun 2017 / 08:09 h - Actualizado: 10 jun 2017 / 08:09 h.

La crisis de seguridad, identidad y defensa que vive Europa en este momento no es fruto de una única causa. Achacar toda la visión al intento aterrador de perturbar definitivamente nuestro sistema de valores no es una ecuación sencilla de resolver.

De una parte, la Pax Americana que ha proporcionado más de cincuenta años de estabilidad a Europa se tambalea. La desaparición de las generaciones que vivieron la Guerra Mundial hace que no se tenga tan presente el sentimiento de «dejar el enemigo lejos» que fue una de las premisa fundamentales de la OTAN. Ahora, con la terrible crisis económica vivida, el América First hace que vuelva una «protección exterior/liberalismo interior» en el que Trump puede estar basando sus primeros pasos. La factura del edificio de la OTAN es su ejemplo.

De otra parte, Europa, permanentemente pendiente de sí misma, ahogada en una sobreprotección excesiva de su sociedad desde el Plan Marshall, demográficamente rota y presa de un pensamiento que confunde tolerancia con permisividad, es incapaz de combatir ante uno de los enemigos más feroces, si no el que más, que existen: una idea y la capacidad de inmolación de las personas por ella.

Los sistemas de defensa se parecen bastante a las leyes, se basan en que una buena parte de la población no es agresiva (lo mismo que el Derecho es acatado naturalmente por la mayoría de la población sin necesidad de represión, de ahí el debate sobre el derecho natural que lo hace viable). Sin embargo, es absolutamente imposible ofrecer garantías de seguridad a la totalidad de la población frente a un enemigo cuyos protagonistas no tienen nada que perder, y en los que la muerte forma parte de la recompensa por sus actos.

La solución no es fácil. Debe pasar por una autoafirmación de identidad colectiva, valores y modelos de sociedad que permita la ausencia de grietas a la hora de conformar una sociedad libre. Ahí nos lo jugamos todo.