Los medios y los días

Verano ruidoso

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25 jul 2021 / 04:00 h - Actualizado: 25 jul 2021 / 04:00 h.
"Los medios y los días"
  • Verano ruidoso

El ruido no es sólo real en verano, es también metafórico. De gente para un lado y otro. Cada vez que salgo por ahí admiro más a los que nos han facilitado estas vacunas, empezando por sus descubridores y siguiendo por sus inversores públicos y privados. Podríamos padecer un auténtico apocalipsis si no fuera por ellos, no es posible librarse de un virus así aunque guardemos las medidas mínimas de seguridad, de manera involuntaria llevamos a cabo de forma habitual conductas de riesgo más o menos intensas. La sociedad de movilidad continua y de industria del ocio es incompatible con la prudencia que exige la situación.

No me gusta el verano en la tierra en la que he nacido que es Sevilla y Andalucía. Al revés, más bien lo detesto. Hay ruido por todas partes. Sé que voy contra la opinión de mis paisanos pero tiene que haber gente para todo, soy un esaborío. Las playas cercanas a Sevilla pierden la quietud del invierno, por lo que he vivido; mucha de la gente que acude a ellas es muy ruidosa, especialmente ruidosa, con niños correteando entre las mesas a los que se les permite todo, a veces es increíble que unos padres no le digan nada a unos mocosos que hacen lo que deben hacer a sus edades pero para amortiguar eso y reconducir impulsos está la educación que, de acuerdo, es una actitud represiva pero son las normas que nos hemos dado para llevar la vida con la mayor armonía posible. A eso antes se le llamaba urbanidad.

Hay una diferencia muy notoria entre estar en una de esas playas tan populares y cercanas a Sevilla o ir más allá, no muy lejos, a Carvoeiro, en Portugal, por ejemplo, y estar rodeado de familias inglesas o alemanas donde los niños suelen sentarse a la mesa con urbanidad y luego en las playas juegan con urbanidad. Naturalmente en todas partes cuecen habas, los forofos ingleses del fútbol, dicho llanamente, son unos aminales y los mochileros turistas del mundo puritano-protestante parece que vienen a España como quien sale al patio, al recreo, España es el patio de recreo para ellos, donde se libran de estrecheces calvinistas al entrar en la libertad latina. Pero yo hablo de familias de clase media y medio alta con las que es un placer estar en esta etapa ruidosa del año porque descansan y se lo pasan bien al tiempo que dejan descansar a los demás. Eso, comparado con los públicos que Los Morancos retratan en sus actuaciones, es como el sol y la luna. Es curioso, los públicos de Los Morancos se ríen y lo pasan en grande cuando se ven criticados negativamente por los artistas, se sienten protagonistas y eso los alaba. Por supuesto, apenas toman nota del mensaje de fondo porque eso es la grasia y olé. Los Morancos reflejan una situación y a la vez les dan razón de ser a sus personajes.

En el lugar donde habito, hoy hay demasiado ruido en la calle, una calle pequeña con sólo tres casas en una acera y una bodega en la otra. Comprendo que hay que trabajar, podar árboles, traer mercancías al supermercado de al lado. Luego se hace de nuevo el silencio. Sin embargo, cuando llega el otoño y el invierno, y sobre todo si llueve, ese silencio es elocuente, habla por sí solo, nos habla al oído y nos muestra lo que es vivir en paz, hay que reivindicar la vida del silencio, por fortuna, a los sevillanos les aterra la lluvia, desaparecen de la existencia con unas cuantas gotas. Entonces es el momento de entender la vida y la energía del silencio, uno se vuelve a encontrar consigo mismo y prosigue con su balance y el estudio y la música de fondo ejercen mejor sus efectos sanadores.

Los cohetes romperán el poco silencio del verano una y otra vez. Los cohetes abundan en verano, celebran días de patronos, patronas y lo que sea menester. El verano es el momento ideal para huir mucho tiempo de uno mismo y refugiarse en paisajes, playas y santos. También es un momento muy adecuado para comprender el mucho valor que atesora el silencio otoñal e invernal, vivir no depende de la luz exterior sino de la interior. Salgo demasiado a la calle sin haber barrido mi casa y así nunca podré amar ni que me amen en esa dinámica de cubrir necesidades básicas en la que nos hallamos sumergidos.