Viéndolas venir

Vestirse de ideología

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Álvaro Romero @aromerobernal1
15 dic 2020 / 08:22 h - Actualizado: 15 dic 2020 / 08:26 h.
"Viéndolas venir"
  • Foto: EFE
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No terminaré de entender la defensa a ultranza y por narices que hace la derecha española de la figura del emérito. Se puede ser de derechas, legítimamente, sin tener que admitir sinvergonzonerías tan mayúsculas. Lo mismo que se puede ser de izquierdas sin tener que blanquear las dictaduras en que convirtieron a sus países ciertos comunistas. Pero vivimos en una sociedad no solo polarizada, sino polarizadora. No se entiende estar en un bando si no te vistes de él. A mí, que no suelo mirar demasiado mi propia ropa por la mañana, esto me parecerá siempre lamentable.

Ahora que va uno cumpliendo cierta edad, no hay cosa que me alegre más que equivocarme cuando me he dejado llevar por las apariencias. Me reconforta el escozor de ese cachete interior. Todavía me ocurre, tal vez porque hemos sido criados en esa filosofía cutre de la apariencia, la pinta y los clichés. De igual modo, me entristece profundamente acertar, porque cuando vaticino cualquier cosa basándome únicamente en la apariencia del sujeto y acierto, se me acrecienta esa dolorosa sensación de que lo que parece es.

Esa vetusta regla de tres nos retrotrae a un pasado casposo en el que fondo y forma se aliaban de tal modo que la forma revelaba impúdicamente el fondo y el fondo se vaciaba ridículamente hasta quedar en forma. Y a estas alturas de la madurez humanística deberíamos avanzar en el sentido contrario, máxime cuando las apariencias culturales parecen socavar –pero solo lo parecen, está claro- toda esa epistemología de la identidad comunitaria, grupal, tribal para subrayar los individualismos, los egoísmos y otros ismos.

Al final uno descubre, contra sus propias ilusiones sociales, que todo ese individualismo feroz aspira interiormente –individualmente- al ingenuo juego gregario de contar con una peña aquiescente, que te ría las gracias, que te dé calor, que se sepa grupalmente las consignas de la hinchada. Lo peligroso es que todos esos ingredientes emotivos desprovistos de razón son los que, a su debido tiempo y cocción, terminan configurando la masa de la que se hacen, a pellizcos, los fascismos.