¿Vestirse o disfrazarse?

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23 abr 2015 / 01:25 h - Actualizado: 23 abr 2015 / 01:26 h.
"Feria de Abril 2015","Semana Santa 2015"

La pregunta viene a cuento de la pasada Semana Santa pero también podría aplicarse –cada vez en mayor medida– a la Feria de Abril que encara sus días ¿fuertes? después de quemar la pólvora en las salvas de la preferia y explotar definitivamente en su ecuador. Su último tirón no es precisamente el más brillante pero ésa es otra cuestión que merece su propio capítulo. El sevillano –y por extensión el andaluz y el español– siempre se vistió para sus fiestas siguiendo un guion marcado por la costumbre y los siglos. Dejando a un lado la festividad del Carnaval, escenario natural del disfraz y la máscara, podemos recorrer la vieja piel de toro para encontrar fiestas de raíz pagana o religiosa vinculadas indisolublemente a su propio uso indumentario y a su peculiar etiqueta.

La imparable revocación de las costumbres mediterráneas –en forma y fondo– por la invasión anglosajona en todos los recovecos de la vida doméstica arrojaría la primera explicación a este fenómeno. La muestra más palpable es la trivialización de la festividad de los difuntos a través de ese nefasto Halloween que también ha contribuido a cuestionar el asunto: ¿disfraz o vestido? Sin la suficiente formación y arraigo familiar, el niño que se disfraza de nosequé en el estreno de noviembre no distinguirá demasiado entre el cucurucho negro y el capirote de la cofradía a la que se ha apuntado sin que le hagan demasiadas preguntas. Los vínculos afectivos son fundamentales para saber lo que se está haciendo. Esa herencia es extrapolable a todos los capítulos del calendario festivo sevillano. Si se dan una vuelta por la Feria después de olvidar los horrores de la Semana Santa –la túnica como equipación, no como hábito– a lo mejor podrán comprender parte de lo que digo.