Viaje a ninguna parte

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17 ene 2020 / 09:40 h - Actualizado: 17 ene 2020 / 09:43 h.
  • José María Gil Robles. / El Correo
    José María Gil Robles. / El Correo

La lista es larga: Puigdemont sigue haciendo el ridículo detrás de su poblado flequillo con la bendición –provisional- del abracadante parlamento europeo; Sánchez se salta cualquier resto de decencia política nombrando a la ínclita Dolores Delgado como fiscal general del Estado; el Consejo General del Poder Judicial tiene que pedirle a Iglesias –el vicepresidente de los vaqueros y la cartera de la señorita Pepis- que se lo piense otra vez antes de hablar; el mismo Sánchez dice que estará encantado de la vida de morrearse con Torra sin importarle el dictamen de la Junta Electoral Central... ¿Seguimos?

Al final sólo se trata de una demente carrera hacia ninguna parte que no tiene reparo en bordear peligrosamente la legalidad a conveniencia. Es la ley al servicio del poder. Ahí están los hechos: si estos jueces –como los principios de Groucho Marx- no me gustan se buscan otros para que el señor Sánchez y sus dudosos compañeros de viaje se mantengan indigna y lamentablemente en ese poder que han abrazado precariamente y con aires de reyezuelos de opereta.

Pero en España sólo hay un rey reinante que se tiene que tragar sin rechistar a esta fabulosa corte de los milagros que llega dispuesta a dejar todo patas arriba. La monserga incluye ese lenguaje estúpido –inclusivo y sostenible, eso sí- con el que venden sus motos averiadas y se ríen de la más elemental inteligencia. ¿A dónde llegará esta carrera desaforada en la que se han perdido todas las vergüenzas? 42 años de monarquía constitucional y democracia parlamentaria se pueden echar abajo en cinco minutos.

Llegados a este punto hay que acudir al testimonio clarividente de un personaje fundamental para entender la compleja historia de España en el siglo XX. Se trata de un político de referencia como José María Gil Robles, exiliado de la República; desterrado por el franquismo por su filiación monárquica... que profetizó con una lucidez impresionante las consecuencias de las vías de agua que se abrían en la Constitución de 1978. “Hay tres puntos que son difícilmente admisibles: en primer lugar, lo que se refiere a la enseñanza. La Constitución no garantizará la verdadera libertad de enseñanza en el sentido de que los padres puedan escoger los colegios que quieran para sus hijos. Ese derecho lo tendrán en la práctica los padres con suficientes medios económicos. Los que no tengan esos medios económicos no tendrán esa opción”.

Gil Robles ahondaba en esa cuestión, que es la base de casi todo, señalando que la flamante Constitución iba a permitir “el sacrificio de la enseñanza privada en aras de un estatismo docente” que el prócer califica de “totalmente inadmisible”. Pero hay más cosas que José María Gil Robles, con rabioso sentido de la actualidad, ponía encima de la mesa en el ya lejano 1978. “Me parece muy grave el reconocimiento constitucional de las nacionalidades como tipo específico de regiones en las cuales haya o se estime que hay una personalidad histórica, étnica, lingüística, cultural, etcétera... más acusada que en las demás”. Pero esas inminentes autonomías aún no habían abrazado el famoso “café para todos” espoleado por Clavero Arévalo para el particular caso andaluz. Don José María advertía de las consecuencias de aquella pretensión buenista: “puede traer una serie de pretensiones de tipo secesionista que yo de ninguna manera puedo considerar legítimas”. La pregunta es... ¿satisfacer esas pretensiones en 2020 es un peaje válido para sostener el gobierno aberrante de Sánchez?

Seguimos con el testimonio de Gil Robles, que ya había vivido los convulsos años 30 que desembocaron en la guerra del 36. “La Constitución establece unos mecanismos de relación ente los poderes del estado que acabarán porque no exista en España una democracia sino que exista una partitocracia; es decir, el triunfo de los partidos políticos y de hecho el triunfo de la minoría que mangonea en esos partidos en base a una mayoría de diputados sumisos y transigentes y de una opinión pública totalmente marginada”. Todo se ha consumado; punto por punto. Desgraciadamente...