Viéndolas venir

Viejo mundo

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Álvaro Romero @aromerobernal1
14 mar 2022 / 16:52 h - Actualizado: 14 mar 2022 / 16:54 h.
"Viéndolas venir"
  • Viejo mundo

Hace justamente dos años, creíamos tener unos problemas importantísimos. Pero todo se relativizó. Dos años después, mis hijos, que eran muy pequeños, ya lo son menos. Nosotros, que andábamos cansados, lo estamos bastante más. Y el mundo, que ya era viejo y cruel, lo es hoy muchísimo más, con una de esas viejas guerras que, para colmo, nos devuelve a la casilla de salida. Creo que todos tenemos la sensación de haber desaprendido, de haber involucionado, de haber perdido el tiempo de una manera soez. Quienes nos dedicamos, además, a la enseñanza tenemos que hacer un esfuerzo ímprobo por no desesperanzarnos.

Porque cuesta mucho, muchísimo, recordar aquel discurso del presidente del Gobierno y no sentirnos ingenuos al pensar que íbamos a estar encerrados unos días, unas semanas tal vez. Cuesta mucho recordar aquellos aplausos en los balcones por la labor de los sanitarios y no amargarnos a continuación con todo lo que vino después. Cuesta lo suyo recordar la ilusión con que salimos al verano tras la primera ola y no sentirnos ridículos pensando en lo que pensábamos entonces. Cuesta recordar el esfuerzo de tantísimos profesionales –de la sanidad, la educación, la agricultura, los transportes, la limpieza- y no pensar en el maltrato al que han sido sometidos después, víctimas de ese espíritu desagradecido y con tan mala memoria que afecta a este país. Cuesta recordar la mala baba de tantos políticos –cada cual en su trinchera- aprovechando la crisis y los muertos para arrimar el ascua a su sardina. Cuesta recordar los muertos, no por decenas, centenares, sino por miles, algunos –demasiados- tan cercanos a esta conciencia ya tan antigua de que la crisis iba a durar solo un rato; un rato antes de que tomáramos conciencia de que, por muy intensa y feroz que fuera la crisis del coronavirus, iba a superarse a continuación –tras seis olas seis- por la peor guerra que hubiéramos podido imaginar, o sea, esta guerra que, para colmo de males y frivolidad televisada, no se termina de convertir, por interés global, en III Guerra Mundial. Quién nos lo hubiera dicho. Quién nos hubiera imaginado en esa performance del supermercado desabastecido, bien pertrechado de egoísmo global.

Es doloroso que todos nos vayamos haciendo más viejos con esa certidumbre herida de que, en este viejo mundo, tan solo nos dedicamos, una y otra vez, absurdamente, a volver a la casilla de salida, esa en la que todos, alguna vez, pensamos que nos íbamos a comer el mundo.