Tal y como van las cosas en la política española, o Pedro Sánchez les pone ya piso, coche y chalé a los vulnerables o perderá las elecciones. Y no sé si con tales obsequios las ganaría, en esta tierra andaluza todavía hay algunos preguntándose cómo es posible que haya vencido el PP a pesar de tanta prebenda repartida en los famosos casi cuarenta años de progresismo a la violeta. A Sánchez creo que muchos españoles le han aplicado ya aquella frase de Nietzsche: lo que me da terror no es que no te crea, sino que ya no pueda creerte.
No sé qué hará Feijoo caso de que llegue a la Moncloa. Sánchez tiene la mesa de negociación con Cataluña y le hace la pelota a Euskadi. Por ahora no ha entrado en el meollo de la cuestión: por mucha concesión que les hagas, los mozos y mozas vascocatalanes que gobiernan siguen queriendo la independencia, por eso España no ha reconocido a Kosovo y apoya a Serbia, como Putin. Si se van Cataluña y Euskadi, ¿qué hará Feijoo?, ¿empezará como China con Taiwán, a decir que son su territorio y los invadirá? Lo que quiero decir es que Feijoo no ha dicho aún esta boca es mía en este asunto y veremos en el futuro qué sucede con su Galicia y el BNG. Esos son los asuntos no unos asuntos.
Pero esto iba de gordas y gordos, que me enrollo como un calendario chino. Si Sánchez pierde las elecciones me alegraré porque como soy un progresista no me gustan los progresistas de marketing y posmodernidad. Lo que pasa es que echaría de menos las simplezas del ministerio de la igualdad. Nos ha colocado a todos los tíos en la órbita de los culpables, violadores y asesinos hasta que no se demuestre lo contrario y, aunque se demuestre, la primera impresión es la que queda, premisa sagrada en la proyección de mensajes, eslogan que hasta fue usado por un desodorante.
Lo de las gordas, penúltima ocurrencia del ministerio en pro de la santa cruzada por la igualdad, ha sido de lo más divertido que he presenciado hasta ahora. Eso yo, porque las protagonistas de las fotos del collage ya sabemos que se han enfadado y hasta deprimido. O sea, que con el bienintencionado fin de ayudar a las gordas -que no a los gordos- al final se ha terminado por engordarles la mala leche a ellas y a otras personas, como a los gordos, esos no entran en los fines del ministerio de la igualdad que sólo lucha por la igualdad de uno de los dos sexos, es lo que se podría llamar un oxímoron, se trata del Ministerio de la Oximoridad.
Ya sé que hay desprecios hacia los gordos y gordas, ahora bien, de ahí a que haya que lanzar una campaña sobre el tema y gastar dinero público en eso mediante una fotografía ilegal y trucada va un abismo. En el mundo en el que vivo cuando un niño le falta el respeto a un gordo los padres le llaman la atención, con la salvedad de algunos que son la excepción a una regla. En el mundo en el que vivo, lo normal es que a los gordos se les dice o se les aconseja que adelgacen por su bien, pero no se ríe nadie de ellos en la playa ni en otros lugares ni se les discrimina. A veces es al revés: el mercado de la moda les ha dado dignidad y valor por sí mismos, la arruga es bella y los michelines también, hay paseos de modelos bien gorditas, hay amor incluso por las y los gordos, otra cosa es que las carnes sean buenas, pero eso es asunto de cada cual. El tema es que el ministerio de marras actúa sobre algo que supone un problema bastante secundario porque la gente es sensible al hecho, por regla general, y se autorregula, entre ella misma llama la atención al desatento con el gordo o la gorda. Que no venga el ministerio a defender lo que ya los ciudadanos tienen claro que debe ser defendido.
Por lo demás, gordos y gordas, mientras hacéis lo que podáis para que sigáis gordos o adelgacéis, sentíos orgullosos de vuestras carnes, que da gusto verlas. Si estáis bien así, yo os apoyo, adelante, no echéis cuenta de esas cruzadas de ministerios que gastan dinero en campañas innecesarias. Os quiero.