Vivencias flamencas en Arahal

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
24 mar 2023 / 10:03 h - Actualizado: 24 mar 2023 / 10:05 h.
"La Gazapera"
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Todo lo que vivimos de niño se nos queda siempre en la memoria. Arahal, el pueblo donde nací, es de los denominados flamencos. En el siglo XIX ya vivían flamencos en este pueblo, los antepasados de la Niña de los Peines, como su abuelo materno Tomás Cruz El Calilo, gran cantaor que vivió en la calle Tahona y también en la Puerta de Utrera, donde tuvo su fragua. Una de sus hijas, Pastora, se casó con un primo hermano de El Viso del Alcor, Francisco Pavón Cruz El Paíti, y de este matrimonio hubo tres hijos: Arturo, que nació en la calle Juan Pérez de Arahal en 1882; Pastora, la Niña de los Peines, nacida en la calle Butrón de Sevilla en 1890, y Tomás, que vino al mundo en la sevillana calle Leoncillos en 1893. Fueron tres genios del cante, de los más grandes de su tiempo.

Era muy niño cuando escuchaba hablar en Arahal de la importancia de esta familia de flamencos. Lo recuerdo como si lo hubiera soñado, pero una mañana mi tío Antonio me llevó a la Plaza de Abastos, en el Cristo, y me presentó a un gitano, Javier Cruz, que me habló de Pastora, Tomás y Mairena. Era pariente de ellos. Años más tarde Antonio Mairena me hablaría de este Javier el Gitano, emparentado con su padre, Rafael Cruz Vargas, de El Coronil. Mairena llegó a vivir con Javier en Arahal cuando era solo un adolescente. Nunca se ha escrito sobre las raíces arahalenses de Antonio Mairena, al que una tarde escuché cantar en la casa de Rojas, uno de sus mejores amigos del pueblo. Quién me iba a decir que con los años todas estas personas iban a ser tan importantes en mi vida.

Una tarde estaba con mi tío Antonio Bohórquez en la terraza de Los Tres gatos y me llamó la atención un hombre alto y bien parecido, con aspecto de brujo. Iba con una guitarra metida en su funda y se sentó justamente a mi lado. Me miró sonriendo y sentí un extraño escalofrío. Era el genio de la guitarra Diego del Gastor, de Arriate (Málaga), entonces vecino de Morón de la Frontera. Lo acompañaba Luis Torres Cádiz, Joselero, su cuñado, de la Puebla de Cazalla y vecino también de Morón. El cantaor Realito de Arahal era el anfitrión, el que pagó los cafés. Mi tío, que era camarero, los conocía a todos y me hablaba de ellos como si fueran de la familia. Y de Marchena, Palanca, Manolito el de María o Melchor de Marchena, que iban mucho por Arahal.

Un día, estando en Los Tres Gatos, donde paraban los autobuses, se bajó de un coche un señor bajito, con sombrero, simpático, que saludaba a todo el mundo. Era Juan Valderrama. Se llenó el bar de personas que querían tocarlo y charlar con él. Me llamó la atención que se quitó el sombrero para saludar a Pepe Marchena, una fotografía suya que estuvo años en ese bar, al que iba con frecuencia. Cuando Marchena iba le gustaba meterse en la barra y atender personalmente a los amigos. Arahal debería ponerle un azulejo a Marchena en ese lugar, que seguro que huele aún a fandangos de los campos marcheneros. Ahí paraban las compañías de flamenco que iban a Granada o Málaga, o que venían de aquellas tierras a los pueblos de Sevilla.

Siempre he sabido que me hice flamenco en Arahal, aunque abandonara el pueblo con solo dos años de edad, cuando murió mi padre, en 1960. Le gustaban Vallejo, Caracol y Valderrama. No me pudo meter el cante en la piel, pero como llevo su sangre, algo de cante iría en ella cuando nací muy cerquita de Los Tres Gatos, enfrente, donde está el bar La Tórtola. A Arahal le debo el cante, las vivencias flamencas de la infancia. El bichito del arte te pica de niño, cuando la piel es fina, y ya eres flamenco de por vida. Todo empieza en la infancia, la etapa de la ternura y la sensibilidad. Mi pueblo y yo nos alejamos cada día más, por circunstancias de la vida, pero nos seguimos queriendo. Que nadie lo dude.