Volver a empezar

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
31 mar 2020 / 08:22 h - Actualizado: 31 mar 2020 / 13:56 h.
"La Tostá"
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Yo canto lo que me pasa

que muy bien puede pasar

al que por mi lado pasa.

Aunque hubiese habido una sola muerte, una sola, por causa del coronavirus, parece ridículo quejarse de cómo le va a uno personalmente. Estar vivo, tener salud y trabajo –esto último es mejor decirlo en voz baja, en vista del panorama–, es una inmensa suerte. Trabajo desde los 10 años. Sí, con esa edad ya echaba horas en una fábrica de Palomares, Artesanías Montes, donde forraba botellas con pieles. Es decir, hace más de medio siglo. Son muchos años trabajando, luchando, sudando en calicatas, empapelando pisos, poniendo techos de escayola, alicatando cuartos de baño, enfoscando paredes o rellenando páginas de periódicos. De este, concretamente, donde llevo 36 años.

Cada día de mi vida, desde el 11 de enero de 1958, me levantaba cada mañana dispuesto a superarme para ser algo en la vida. Un día estaba cogiendo algodón, de pequeño, y me pregunté a mí mismo: “¿Es esto lo que quieres hacer toda la vida?”. Ya entonces sabía que quería escribir, cuando apenas sabía cómo se escribía burro. Abandoné el colegio con 12 años para ser panadero en Coria del Río ganando 13 duros y un kilo de pan cada día. Ya me pagaba el plato de comida y el pantaloncito que mi madre me compraba cuando llegaba la Feria. Cuando me acostaba estaba reventado de trabajar, pero sacaba fuerzas y soñaba despierto, en serio, que llegaría a ser alguien importante en lo que fuera, pero ya pensaba en escribir, en contar historias, aunque fueran sencillas, sobre pájaros, perros o labradores del campo al sol. Cuando todos me decían que era difícil poder escribir algún día en un periódico, siempre me decía a mí mismo, o me preguntaba: “¿Y por qué no?”.

Se puede alcanzar la luna desde el fondo de un pozo, si se desea con todas tus fuerzas. Yo lo logré. Hace ya casi cuarenta años comencé a escribir en este periódico gracias a mi maestro Emilio Jiménez Díaz. Guardo el primer artículo como conservo fotografías de mi padre o el primer beso de amor en la mejilla. Nadie ha sido más feliz que yo escribiendo, viendo mi nombre en El Correo de Andalucía durante décadas y contando historias de flamencos. Todo se puede acabar por culpa de un virus que ha matado ya a miles de criaturas y que va a arruinar al país. Y lo peor es saber que no tengo derecho a quejarme, porque estoy vivo, sano, con trabajo y una casa en el campo, entre pinos, que era el otro gran sueño de mi niñez: tener una casa de campo con árboles, perros y gatos, en la que poder escribir mis historias.

No sé lo que va a pasar, aunque creo que la suerte está echada. Lo de volver a empezar es algo que ha estado siempre presente en mi vida, desde niño, pero volver a empezar ahora, de nuevo, con estos años, es una cuesta demasiado empinada. Como he empezado este artículo con una soleá de Rafael Montesinos, lo acabo también con él:

Pasaron los años.

¿Quién los vio llegar?

Los nombres se olvidad,

duelen y se van.

Parece mentira.

Nada sucedió

como yo quería.

Bueno, casi todo menos el final. No es por volver a empezar. Es que cada día cuesta más soñar despierto.