“Nada más tonto que un obrero que vota a la derecha”, dicen. Sin embargo todo tiene su lógica. Convencidos de la responsabilidad absoluta del gobierno en todo el acontecer de la vida cotidiana, se le culpa incluso del mal carácter y los abusos de algunos funcionarios. Se produce, pues, el rechazo por actitudes propias y otras que no lo son, como la especulación llevada a cabo por quienes más tienen a costa de quien menos tiene. Y, mal informado por una escuela, medios de comunicación y familia absorbentes y autoritarias, adoran el autoritarismo al que se fuerzan en creer solución a todos sus males a pesar de ser uno de esos males, sin duda el principal. “Hace falta un gobierno que gobierne, que ponga a cada cual en su sitio”. Los cuarenta años de inanición política han hecho olvidar las maldades de los cuarenta anteriores. El gobierno queda obligado por tanto a cambiar muchas de sus estrategias y sus políticas sociales y a hacer pública una seria campaña de formación e información veraz, capaz de ayudar a llevar la verdad a las mentes de la mayoría. Pero, primera contradicción, enseñar a pensar no está entre los intereses de ningún gobierno, en algunos menos, justo es reconocerlo. Más bien puede asegurarse con rotundidad que la inopia mental es el estado perfecto en que a todos ellos gustaría mantener a su ciudadanía.
La mayoría, casi siempre ignorantes o desmemoriados y en ocasiones malintencionados a conciencia, ignora la existencia de “lobbies” y su forma de presionar para obtener prebendas, de oligopolios, de grupos de presión en general, o todo lo más lo consideran parte de esa autoridad añorada por tanto indocumentados que sin embargo se deja llevar por frases electoreras, pretenciosos carteles electorales hechos sin la menor intención de ser cumplidas, cuya verdadera intencionalidad salta a la vista porque esas frases y esas declaraciones son contradicción flagrante de su acción cuando gobiernan, y de sus críticas y su voto cuando son oposición. No se puede decir “estamos dispuestos a todo por los más necesitados” como ha dicho Feijoo, mientras su voto ha sido reiteradamente negativo a las subidas salariales, entre otros detalles igualmente importantes. Hacer caso a los discursos críticos debería ser motivo de rechazo cuando previa y posteriormente se practica ó incluso se supera justamente lo que se está criticando. Pero, no. No son pocos quienes confían en el mensaje contradictorio y confían en discursos y en frases hechas de quienes, a la hora de dar su voto, lo otorgan a lo contrario de lo que pregonan, actitud tomada por muchos pero, no por casualidad, demasiado frecuente en el PP.
Se vota contra sí mismo cuando se hace caso a lo que se quiere oír y se muestra ceguera voluntaria a cuanto no coincide con la idea preconcebida. No importa que algún partido esté encausado y condenado en multitud de casos y en cambio otros hayan sido absueltos a pesar de la mayoría de jueces de derechas en la judicatura española, porque las denuncias eran interesadamente falsas, otra barbaridad, pues parece que las denuncias falsas no se persiguen de oficio.
Se vota contra sí mismos porque el germen autoritario quedó incrustado en muchas personas, quienes prefieren una dictadura capaces de imponer leyes como la famosa y no derogada “Ley Mordaza” y prefieren perjudicarse para mantener ese principio filo-fascista de esas leyes y esas actitudes.
Se vota contra sí mismos porque han preferido creer el cuento chino del “voto útil” y la “bondad” del bi-partidismo, y con esa mentalidad perjudicial no saben salir de la dependencia de la “partida de tenis” aunque se les caiga la cabeza de tanto mirar a ambos lados sin detenerse a mirar las opciones que han quedado en medio porque “esas no tienen opción”, piensan y afirman, sin entender que el voto más útil es el que se da en conciencia. Sin entender, tampoco que las opciones ignoradas no tienen opción porque una gran mayoría actúa como si solamente hubieran dos, sin darse cuenta que el sistema más representativo no es el que otorga votos no obtenidos como ocurre con el dominante sistema “D`ont”. El sistema más representativo sería el que otorgue los votos a los candidatos realmente elegidos por sus votantes, no a los que favorecen métodos absolutistas.
Y, no se olvide, se vota contra sí mismos cuando se favorece a las oligarquías y se vota a opciones que niegan sus derechos a los más necesitados.