Todo parece indicar que en Vox han visto una oportunidad clara de hacerse con una importante cuota de poder dentro de la Junta de Andalucía. Y todo parece indicar que están dispuestos a presentar una candidata de gran ascendencia entre los votantes y simpatizantes de la formación política que lidera Santiago Abascal.
El pasado día 28 de febrero, Macarena Olona llegó a Sevilla para pasearse de un lado a otro, para hacerse fotografías sola o acompañada, para dictar su discurso desde un atril en la calle y para cruzarse mensajes en las redes sociales con hombres y mujeres que militan en otros partidos diferentes al suyo. En Vox, han querido que quedasen claras las intenciones aunque ahora digan que pío, pío, que yo no he sido.
No deja de ser asombroso que Olona se pasara por las instalaciones de la radiotelevisión andaluza (esas que tanto critica y que tan dispuesta se muestra a cerrar en cuanto tenga poder) para hacer entrevistas que, por otra parte, fueron más bien amables y fáciles. Y es asombroso que llegue a Andalucía como si fuera la verdadera salvadora poco después de criticar el Estado de las Autonomías y, también, decir que si por ella fuera se lo cargaría sin pensarlo dos veces.
Vox ha conseguido en Cataluña 11 escaños en el Parlament. La cosa va en serio. Abascal y los suyos lo saben y comienzan los movimientos para distanciarse del PP y dejar a Ciudadanos aislado y con tufo a irrelevancia política en un futuro próximo. La cosa va en serio y comienzan las amenazas a los socios que tiene en las distintas Comunidades Autónomas. Dicen que los pactos (esos que siempre negaron desde C´s y PP) no se están cumpliendo y que hasta aquí han llegado.
Vox prepara (aunque lo nieguen) el asalto a la Junta de Andalucía. Piden que se imponga el pin parental (para el que no lo sepa todavía conviene aclarar que consiste en la solicitud escrita de los padres y madres dirigida a los directores de los colegios en la que se pide que se informe previamente, apara autorizar de forma expresa, sobre cualquier materia, charla, taller o actividad que afecte a cuestiones sobre identidad de género, feminismo o diversidad LGTBI y, así, consentir o no la asistencia del niño. Es decir, en esencia, los señores de Vox creen que la homosexualidad es una enfermedad y que si a sus hijos les hablan de lo que es un gay o una lesbiana corren el peligro de caer enfermos. Una pena. Y un futuro terrible para algunos de esos niños que tratan de proteger los padres (no sabemos de qué) porque ya son gais o lesbianas y pasarán las de Caín en su casa.
En estas andamos, damas y caballeros. Y ya les digo yo que un país que retrocede hasta pensar que los gais son unos maricones de mierda es un país condenado a repetir los peores capítulos de su historia; y un país que defiende que la violencia de género es una invención está condenado al fracaso; y un país que quiere cerrar las fronteras porque los inmigrantes son un ejército invasor está en peligro de volver sobre sus propios pasos. Por cierto, no crean que se me pasa mencionar lo provincianos que son algunos políticos que militan en la izquierda andaluza cuando dicen que Olona es alicantina y que en Andalucía no pinta nada (esto es como lo de los inmigrantes). Y es que el gran problema es lo provincianos y lo ridículos que somos. Creo y me temo que todos.