Walter Benjamin. Donde rezan las putas

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21 sep 2020 / 08:58 h - Actualizado: 21 sep 2020 / 09:00 h.
  • Walter Benjamin. Donde rezan las putas

Se cumple esta semana el 80º aniversario del suicidio en España del filósofo alemán Walter Benjamin.

Fue en Portbou, una pequeña ciudad del Ampurdan, en la que decidió quitarse la vida, devastado por la prohibición de salir del territorio emitida en 1940 por Franco.

Un lugar donde sopla la Tramuntana, que atenaza desde el Norte el Empordá y hasta Menorca, y que algunos confunden con el cierzo o el mistral.

En ningún país civilizado, se hubiera dejado pasar esta circunstancia histórica para conmemorar la desaparición de un filósofo cuya obra ha trascendido su muerte.

En España sí, y con ello se ha anegado la losa de todos los miedos, que aparecen tempranamente en nuestras vidas, como una cierta premonición que acaba inexorablemente arribando.

Benjamin ya tempranamente discernía entre vencedores y vencidos; y discriminaba a éstos últimos como los abandonados a su suerte, de la que se acaba renegando.

Despues de más de cincuenta mil muertos por el virus en España, de los cuales muchos no tendrán derecho siquiera a la inscripción de sus nombres, tampoco evocaremos la memoria de muchos de los intelectuales idos y que siguen en la penumbra, como Goytisolo, Vidal Beneyto, etc... que defendieron la libertad de pensar, en eso que algunos llaman heterodoxia y que nos conecta hasta con los taimados mozárabes y sefardíes.

Portbou fue calificado por un autor como el lugar donde rezan las putas; y yo quiero bucear –en memoria de Benjamin- en otro, el de Levante. El viento de días impares y al que un pueblo, según Herodoto, llegó un día a declarar la guerra.

Y así, evocaré en su recuerdo a María Zambrano, y su sutil distinción entre luz y claridad.

De esas últimas horas de Benjamin sabemos poco; como apenas nada de las postreras de Juan Ramón o de Cernuda, quiero creer que en claridad de la luz evocadora de lo Atlántico.

Este país está huérfano de memoria salvo de la obscuridad de la Inquisición.

Entender la muerte y los procesos que llevan a ella, es un trayecto íntimo y personal del que no puede extraerse juicio ajeno, pero es salvaguarda futura de los seres humanos.

La de Benjamin, en cambio, es reveladora. Porque en los tiempos que vivimos tampoco se intuye luz alguna. Es imposible percibirla detrás de las mascarillas pútridas de nuestros fétidos alientos, bajo las que el poder nos sojuzga.

La desaparición del filósofo es claridad, como reverso de la noche que cada día oscila cuando el sol ahoga; pero sobre todo de la obscuridad en que el miedo parece sumirnos, sin fin, sin esperanza. Ya hasta las miradas de los niños vomitan espanto.

Rememorar al filosofo alemán, caído en un pequeño pueblo español, refugio de barcos contra la Tramontana, tiene el ardor del Levante, salpicándonos contra la ignorancia y el desdén.

Así que unámonos a la oración de las putas, por Benjamin, pero también por las más de cincuenta mil almas, arrojadas a la noche obscura del pavor, en el mismo sendero que transitó el filósofo, quien no pudiera elegir mejor lugar que nuestra triste España.

Donde habite el olvido.