¿Y ahora qué?

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01 abr 2016 / 23:06 h - Actualizado: 01 abr 2016 / 23:07 h.
"Economía"

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En la gran burbuja, el que no tenía una deuda era considerado un don nadie. Después, en la gran recesión, pasaron a llamarnos insolventes, botarates, irresponsables, manirrotos, nuevos ricos y además culpables. Culpables de esta debacle por jugar al monopoly con dinero ajeno surtido por un coro de bancos que entonaban el riqui-raca y nos gritaba campeones. Era la época en la que quien más debía, más valía. Era cuando España, en 2008, tocaba el cielo con el crédito privado. Familia y empresas nos endeudamos hasta las cejas sin saber que el coro, poco después pasaba de la música celestial a la fúnebre. De campeones a perdedores. De héroes a villanos.

Luego llegó el ajuste de cuentas. A partir de 2009 nos estrellamos con la cuota de los bancos, que ya no cantaban, sino silbaban para ponerse de lado. Mientras ellos esperaban el rescate (100.000 millones con cargo al erario público), los parias tomábamos medidas y troquelábamos más agujeros a nuestros cinturones.

De golpe, descubrimos la palabra austeridad, que no es otra cosa que quita de allí, quita de allá. Así hasta diciembre de 2015, donde según reflejaban los magníficos datos de crecimiento económico, el despegue de tierra ya se había producido. Para ser botarates, irresponsables o manirrotos, no esta mal. Todo un esfuerzo de empresas y familias que, a pesar de que la mayoría de los negocios echaba la persiana, el consumo se arrastraba y el paro galopaba. Pero a pesar de todo repito, lo estábamos consiguiendo, y ¡a mayor ritmo que el resto de Europa!

También un ejemplo para el sector público, que ha hecho justamente lo contrario. El deterioro de los servicios o la escasa inversión presupuestada no ha servido para frenar una bola imparable de deuda que finalmente y para la carcajada de la oposición y el desencanto de las empresas, ha subido más de un punto de los niveles que tan felizmente se encargaban de «cantar y presumir a los cuatro vientos».

Para posicionarnos, si en 2007, cada españolito debía 8.400 euros en concepto de deuda pública, ahora nuestra factura ya asciende a mas de 23.000 euros por cabeza. Así, sin respirar, es igual a más de lo que este país llamado España es capaz de producir a lo largo de todo un año.

Y a peor va la cosa, porque con la situación política sin resolver, se retrasarán las medidas de gobierno, sea el que sea, para cumplir los mandamientos de la todopoderosa troika europea.

Con todo, menos mal que los irresponsables éramos nosotros, los ciudadanos. Los mismos que con un tsunami encima y con los números en la mano, podemos explicar al Estado lo que es la austeridad. A ver si entienden que la deudas excesivas, como en las economías familiares y empresariales, merman el crecimiento, nos hipotecan el futuro y nos hacen vulnerables. A ver si entienden que en definitiva, lo que toca ahora es ajustar cuentas. En un panorama donde finalmente se han caído las máscaras y los datos maquillados, surgen de nuevo las voces de los consejos de Bruselas y de las agencias calificadoras calladas hasta ahora, para según entiendo, dejar puesto el cascabel al gato al que venga. Todo ello viene a demostrar finalmente la catadura moral de los que nos gobernaron y a buen seguro de quien nos gobernará. ~