Se define paradoja como un dicho o hecho que es contrario a la lógica. Y eso es, precisamente, en lo que se ha convertido el procés catalán. El movimiento rupturista ha conseguido convertir un proyecto de independencia en uno de dependencia: la de distintos elementos sociales convertidos en medios respecto del fin. Y el fútbol, como cabía esperar, no se ha salvado.
Barcelona, Girona... Xavi, Guardiola... Distintos equipos, jugadores y entrenadores han puesto el balón detrás de la estelada, en un ejercicio de politización del deporte rey cuanto menos preocupante. Seguramente el caso más destacado sea el del Barcelona. La directiva del club catalán emitió un comunicado a favor de los políticos presos sin previa consulta a sus socios. Y claro, cuando un club da la espalda a los socios para ponerse de cara a los políticos, su independencia se ve comprometida.
Menos mediático -pero probablemente más alarmante- es el caso de la Federación Catalana de Fútbol. La entidad organizadora de competiciones en las categorías inferiores catalanas decidió suspender su actividad tras la publicación de la sentencia judicial a los líderes independentistas, lo que se traduce como un claro mensaje a los niños: no vais a jugar al fútbol por culpa del Estado español. Los fundadores de este maravilloso deporte se tienen que haber revuelto en su tumba al conocer este uso adoctrinador.
Los aficionados al fútbol tenemos un maravilloso tesoro que no debemos dejar que se convierta en un arma política. Entre los seguidores del Barcelona o del Girona hay defensores del procés, que usan todo tipo de argumentos para defender la independencia de Cataluña. Pero, ¿y la independencia del fútbol?
Francisco Javier Merino
Ganador de la X edición
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