¿Y si aprendemos a amarnos bien?

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Pepa Violeta Pepavioleta
09 feb 2020 / 12:37 h - Actualizado: 09 feb 2020 / 12:41 h.
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Qué sería del mundo y del pobre San Valentín, al que lo tenemos este mes haciendo horas extras, si toda la energía que gastamos para mantener a nuestras parejas a nuestro lado, mitificando el amor hasta límites grotescos, lo invirtiéramos en ser felices de verdad. Coral Herrera, autora de “Mujeres que ya no sufren por amor”, hace una reflexión sobre la necesidad de trabajarnos esta mitificación que hacemos del amor, producto de siglos en los que el patriarcado ha basado las relaciones sentimentales en relaciones de poder. “Nuestros sistemas de relación son productos de la ideología hegemónica sostenida por el poder patriarcal. Creo que el amor romántico es un instrumento de control social al servicio del capitalismo que sirve para limitar el amor de la gente y para evitar las colectividades amorosas y las redes de ayuda mutua entre grandes grupos”.

Precisamente por esta forma patriarcal que tenemos de vivir el amor, nos adentramos en relaciones tóxicas, de control... que nada tiene que ver con el amor bien disfrutado. Usamos la tecnología para dominar, destapar mentiras o tapar, nunca se sabe, terminar relaciones o buscar nuestra media naranja, haciendo un rastreo planetario mientras esperamos en la parada del bus, como si ya nosotras/os mismas/os, no fuéramos naranjas enteras. La tecnología, nos ha cambiado el patrón con el que hasta ahora nos relacionábamos con otras personas. Ha modificado sustancialmente nuestra forma de gestionar el amor en todas sus etapas. Los/as mutilados/as emocionales se ven ahora más legitimados/as que nunca, para seguir con la banalización de sus traumas y fobias y las mujeres seguimos ocupando nuestros rol de salvadoras, cuidadoras, gestoras emocionales a jornada completa...

En definitiva, nos pasamos media vida queriéndonos mal y a destiempo. Estamos muy verdes en eso de detectar señales que nos adviertan, que ese amor no es del bueno, ni de calidad.

No soy muy fan de los estudios sociológicos, especialmente los que realizan las grandes marcas de consumo, pero el último publicado por Wiko me ha parecido bastante aceptable. Nos puede servir para hacernos una primera radiografía de la forma en la que actualmente se vive el amor y el uso que hacen del teléfono los/a nativos/as digitales. Observar hacia dónde camina la sociedad del futuro. El primer Observatorio de la Generación Z a través del smartphone, realizado por la marca de móviles Wiko, nos ofrecen datos reveladores. Los/as jóvenes de entre 18 y 24 años, no entienden las relaciones personales sin un teléfono móvil como celestino. Este estudio confirma lo que ya intuimos que, siete de cada diez (71,1%) dicen haber conocido a alguien especial a través de su teléfono. Las redes sociales (56,2%) y WhatsApp (42,4%) son los canales más habituales por los que se inicia el contacto desde este dispositivo, por encima de apps específicas para ligar (22%).

El 30,7% de los jóvenes dicen haberse sentido acosados cuando su pareja les ha revisado el móvil. En este caso, los hombres afirman sentirse más acechados (36,2%) que las mujeres (24,9%). Profundizando sobre los motivos que les han llevado a sentirse acosados, un 21% indica que es porque su pareja ha demostrado celos al mirarle el móvil, un 8,6% porque le revisa el smartphone de forma recurrente y un 5,7% porque le han prohibido chatear con amigos desde su dispositivo.

Conflictos mal llevados, por culpa de todo ese montón de inseguridades que nos mete en vena el patriarcado, que nos empuja a relaciones de control y subordinación.

Otros datos de interés son por ejemplo ese 13,3% de encuestados/as que reconocen haber visto tutoriales para aprender a ejercer el control sobre la actividad de un móvil externo y ese 8,1% que confiesa haber instalado software espía en alguna ocasión. Otro 15,8% confiesa que, aunque no lo ha hecho, le hubiera gustado. Cierto es que la mayoría (75,8%) cree que las relaciones se basan en la confianza y dicen que nunca lo harían, pero los datos nos dicen que la barrera de la confianza, la ignoramos cuando percibimos que “nuestra propiedad” esta a punto de largarse o transita otras relaciones que nos hacen sentir inseguros/as. O cuando no sabemos cómo ponerle fin a una relación que no funciona y buscamos excusas para salir. Llegados a este punto nos importa bien poco invadir la intimidad de otra persona y ejercer nuestro “derecho a saber”. Eso no es amor, es violencia cibernética y está penada.

No hay nada más inspirador y sano, que amarnos bien a nosotros/as mismos/as para amar bien a los demás. Siento deciros que para esta ardua misión, no hay tecnología aún creada que nos pueda ayudar.

Podemos empezar por entender que las personas no somos propiedad de nadie. Que debemos apostar por estructuras alejadas del androcentrismo. Saber darle la vuelta al discurso patriarcal, hacerle el boicot al capitalismo, que nos usa de forma descarada para manipularnos y convertirnos en seres vulnerables.

Este año vamos a darle esquinazo a San Valentín y vamos a prometernos cuidarnos más y sufrir menos. Que el amor que nos hace explotar por dentro va de generosidad, empatía, solidaridad y respeto. Sufrir por amor ya no está de moda.