Soy bético, un bético algo cansado del fútbol, pero serlo es un sentimiento y el pellizco sigue ahí, en alguna de las habitaciones del corazón. De niño ya lo era, pero he de reconocer que jugaba un poco a caballo ganador: que ganaba el Betis, era bético; que perdía, simpatizaba con el Bilbao o el Atlético de Madrid. Pero en 1973, siendo ya un espigado chaval de 15 años, llegó Johan Cruijff al Fútbol Club Barcelona y me hice de este equipo, aunque sin dejar de ser del Real Betis Balompié. Descubrir a este jugador holandés fue algo tan grande que cambió mi manera de ver el fútbol. Su elegancia, su clase, sus cambios de ritmo, su cintura, su innovadora visión del fútbol, aquella manera de avanzar con el balón sin perder la calma y, sobre todo, su enorme talento en general, me enamoraron. Tuvo el valor, además, de ponerle Jordi a su hijo más pequeño, el futbolista, nacido en 1974, o sea, con Franco vivo, lo que le acarreó algún que otro problema porque el franquismo había prohibido cualquier simbología nacionalista catalana. Él quiso que su hijo llevara el nombre del patrón de Cataluña, San Jordi, y tuvo que ir a los Países Bajos para poder registrarlo con ese nombre porque aquí no podía. No es que esto tuviera una gran importancia, pero demostraba la enorme personalidad que tenía también fuera de los terrenos del juego, y eso me gustaba. Lo que ya no me gusta nada es que un club como el Barcelona, con seguidores de todas las razas y en todos los continentes, se haya implicado tanto en el asunto separatista. Es tremendo el daño que esto le ha hecho al Barsa y al fútbol español en general. Y no es por haberse politizado, porque el fútbol siempre lo ha estado de alguna u otra manera y ha sido una herramienta del poder político desde sus inicios. Es por la falta de respeto a quienes no somos catalanes y nos importa un pimiento el movimiento independentista. Así que aquel niño de Arahal que cuando vivía en Palomares del Río, en Cuatro Vientos, coleccionaba estampas de sus jugadores, de Rifé, Sadurní, Luis Suárez, Garay o Benítez, se borra de este club. Los colores son los colares, lo sé, pero no los quiero para nada. Ya no soy culé, aunque el Barsa sea más que un club.