Desde la espadaña

Ya suena Sevilla

Vamos a dejarnos de historias y averiguaciones porque hoy se recorre Sevilla en un silencio sin medida con túnicas de blanco.

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05 abr 2020 / 09:22 h - Actualizado: 05 abr 2020 / 09:24 h.
"Desde la espadaña"
  • Ya suena Sevilla

Hoy es un día de nervios en Sevilla donde se va pensando sin querer. Hoy es el día. Hoy Sevilla tenía que crecer. Es domingo de Ramos y los palios deberían irse de sus casas y nosotros con ellos; despierta que es tu mañana, Sevilla. Pero hoy ha sonado un “quedarse ahí” del capataz y nuestras túnicas tan bien planchadas siguen colgadas en zaguanes y pretiles de armarios mientras estamos en casa sobrecogidos y asustados. Cuánto egoísmo irreflexivo he tenido que al levantarme cogí la chaqueta y la corbata para salir a los templos de Sevilla. Pero el crecimiento del día me ha llevado a un estado doloroso y de confusión. Hoy San Juan queda cerrado y esas bambalinas hechas de cera celestial quedarán clavadas hasta el próximo año, mientras esa mujer que dentro espera con la más bella talla de una fecunda plenitud muestra también su nerviosismo por no salir.

Pienso que no escribirle hoy no es para llorar sino para quedarse solitario y confinado con una estación de penitencia que comienza en cualquier rincón de casa. Una chicotá hasta la primera esquina del zaguán y allí haré mi calle Feria; esa calle de encuentros y de explicaciones pero hoy de cosas sin importancias. Pasa Ella y esta calle será de un reencuentro irremediable, aunque al final, un ángulo recto me marcará un nuevo destino; hoy la calle Feria es mi rosario.

Llega a Placentines tan femenina que hasta los hombres estorbamos un poco. Hora de llorar y tiempos de recordar lo vivido al perderla junto a una Giralda frontal y sin volumen; sólo estábamos poseyéndola como a mi torre de barrio. En Francos tiene una fisonomía tan especial que parece ir a misa. No requiere maquillaje y por eso se le observa esa autenticidad real de sus años, sin cremas ni disimulos. Recorre la calle entre mecidas como dentro de un sótano de techo estrellado mientras nadie mira los escaparates porque hoy todo lo que se busca está fuera y no dentro.

Es noche cerrada y cruzando El Salvador salgo de dudas sobre la cristianización de Sevilla entre olores a cera macerada ¡cuánta angustia tendrán los ángeles y los santos de no estar junto a su palio! Chorreen gloría este momento de palillos en la caja del tambor mientras se cruza esa planicie oscura alumbrado solamente por guardabrisas de la más alta sevillania. Una oscuridad impalpable, invisible con ese aire colegial viejísimo y asaltado por ese quejío de rasgaduras de latón y plata que bien recuerdan el rechinar de aquellos tornos de clausura y a los espasmos de las fraguas más sevillanas. Pero sin prisas ¡quedarse ahí!

Toca Mi Amargura haciendo de aquel espacio una telaraña espiritual de la que Sevilla queda embobada porque ahora yo me desnudo de hombre para convertirme en esa rosa de los vientos; del viento que Ella quiera en esta eterna noche de ir y venir. Pero toca alejarse y vaya tremenda sensación de viudedad que tengo. Aquí es donde abrazo a Luis Cernuda con sus poemas muriendo en una Sevilla de torres y espadañas sin fondo.

El día de nervios destemplados con el que me desperté ayer va llegando a su fin y me pregunto quién moverá ese palio durante el resto del año. Ahora sí ¡quedarse ahí que se detiene el tiempo! Llego a Cuna en una nebulosa de sensaciones, lágrimas de un cansancio que sabe a gloria y un rosario que tantas veces me acompaña mientras unos “derecha atrá” son corcheas sueltas, armoniosas y transparentes que caen sobre ese palio de cielo. Es lluvia sobre mi vida interior, sobre mi soledad, donde habitan los gozos del espíritu de un Domingo de Ramos.

Aprovecho cuando paso junto a la tumba de Bécquer para escribirle una carta de amor a quién va bajo palio y me doy cuenta qué no soy capaz de escribir ni una sola sílaba. Ahora sólo querría ser ese palio que cubra y que mis ojos vayan muy derechos hacia Ella. Lo hago y me sonríe como una niña de meses y yo le digo que no se ría y que me tome en serio porque sufro mucho. La verdad es que no me sale la prosa porque a estas alturas mi amor usa la técnica del grito y mi sinceridad la fuerza de un vendaval.

Ella me pide acompañamiento y junto a ese pentagrama musical que es gozo volvemos a casa no sin antes tocar un paraíso en la misma Sevilla.

Llegamos a esa noche de barrio envuelto en un inmenso silencio de donde salen ángeles caídos del mismo cielo y de las que aprendo de su insomnio para rezar. Algo existe en ese lugar que hasta la Virgen tiene prisas por llegar, pero no para irse ¡no corré!

Que corta se hace la calle para entrar; qué brevedad. Y mientras los pasos ya dibujan la extenuación de este recorrido siempre me pregunto si la vida no es una constante mutación entre destruir y renacer; de aquí a la eternidad. Pero sé que volveré a verte. ¡Tó por iguá valiente, venga de frente con Ella que llegamos de Sevilla! Bendita sea mi Hermandad