El mundo que hemos construido hace aguas por los cuatro costados. Y el Papa Francisco intenta diagnosticar y aportar soluciones a los problemas que están convirtiendo buena parte del planeta en un muy mal lugar para vivir. Lo hace en la tercera de sus encíclicas, Fratelli tutti, firmada en la iglesia de San Francisco de Asís cargando de símbolos un texto necesario que llega para generar debate y una fuerte corriente de opinión tanto dentro como fuera de la Iglesia.
La pandemia ha logrado que los defectos con los que hemos aprendido a convivir los seres humanos se hayan multiplicado. Todas las desigualdades y las injusticias parecen crecer en los últimos tiempos. Bergoglio, un Papa discutido fuertemente en el seno de la Iglesia por su búsqueda de la transparencia y la verdad, ataca el populismo, el liberalismo descontrolado, cómo nos hemos puesto de perfil en occidente respecto a los movimientos de los millones de refugiados que no encuentran acomodo, a los nacionalismos descontrolados y peligrosos y a una globalización que está arrasando el planeta entero.
La encíclica está envuelta en política y en un fuerte compromiso social. Pero la mujer vuelve a quedar olvidada y parece que es el hombre el único protagonista de la existencia. Es decir, que los problemas de la propia Iglesia son enormes y de difícil solución. La falta de inclusión de la mujer o unas cuentas opacas en exceso son solo un ejemplo. Pero el Papa Francisco lo está intentando y su encíclica sirve para iniciar una reflexión muy necesaria.