Pablo Casado, en declaraciones en una emisora de radio catalana, se desmarcó por completo de la gestión de Mariano Rajoy ante el referéndum ilegal que se intentó realizar el 1-0. Es del todo incomprensible cómo el líder del PP intentó encontrar un lugar intermedio que debería encontrarse entre lo que fue un delito de sedición y lo que marca la Carta Magna española; un lugar imposible. Pablo Casado, en pleno final de campaña electoral, intenta hacer un equilibrismo imposible que le de aspecto de moderado y que, en realidad, le coloca en el territorio de lo ambiguo, de una equidistancia también imposible.
EL PP debe mantenerse en el lugar que le corresponde como partido con vocación de gobernar y como alternativa segura a otros Gobiernos. Dejar abandonada a la mitad de catalanes es un despropósito, arremeter contra la actuación de la Policía Nacional y de la Guardia Civil es un error descomunal.
Rajoy no fue un gestor hábil o astuto en este capítulo tan gris de la historia de España, pero eso no puede convertir un delito, que puso al borde de un conflicto civil a la sociedad española, en un error en el que los héroes se convierten en villanos y los villanos en figuras políticas envidiables.
Un posible sorpasso no justifica unas declaraciones de tan bajo perfil.