Egolatría del presidente Sánchez y el arte de confundir

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22 may 2020 / 06:00 h - Actualizado: 21 may 2020 / 20:33 h.
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  • Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. / EFE
    Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. / EFE

Pedro Sánchez es el presidente del Gobierno. Esto es algo que nadie debe olvidar, para bien y para mal es el presidente del Gobierno de España. Es el último responsable de las decisiones que se toman y que tanto dolor pueden causar o tanto bien pueden hacer al país y, por tanto, a los españoles. De momento, la mayor parte de esas decisiones están siendo equivocadas, discutidas y, algunas de ellas, inexplicables salvo que se piense en una personalidad ególatra y retorcida hasta la extenuación.

Pablo Iglesias es un parásito, una rémora. Bravuconada tras bravuconada, y siempre condenado por la hemeroteca, no deja de ser un político gris, pagado de sí mismo e irrelevante.

Pedro Sánchez parece querer hacer lo imposible en política. Es difícil intentar agradar a todos y traicionarlos al mismo tiempo o un minuto después. Esta es una estrategia que puede servir un tiempo muy limitado, pero se termina convirtiendo en una bomba de relojería. Dentro y fuera del Gobierno. Para un país entero que ve cómo todo comienza a desmoronarse sobre el terreno yermo producto de la falta de ética, de políticas de mínima altura y alejado del sentido de Estado obligado para alguien que es presidente de un país como España.

Arrimadas, en un intento desesperado de recomponer unas filas que, sencillamente, no existen, ha apoyado a Sánchez. Y Sánchez, al mismo tiempo, se ha arrimado a Bildu sin decoro alguno ofreciendo la derogación de la última reforma laboral y dando aire a la formación radical respecto del PNV y humillando a las víctimas del terrorismo de ETA. Pero pasadas unas horas, tras la queja de la ministra de economía, ha habido que dar un paso atrás y esa reforma se retocará mínimamente. Patronal y sindicatos no dan crédito y ya no saben si es posible seguir hablando con alguien que les dice una cosa y hace otra bien distinta. Los nacionalistas vascos y catalanes con la guardia alta, viendo que el presidente del Gobierno solo es capaz de prometer para lograr resultados favorables en las votaciones, esperan acontecimientos.

Todo parece un enorme mercadillo en el que se regatea sin tener en cuenta nada ni a nadie. El sanchismo es el reflejo de la descomposición de un partido político que fue grande, garantía de libertad y con vocación de Gobierno, un partido necesario para España que, ahora, parece necesario solo para que Sánchez consiga sus objetivos personales.

Con decenas de miles de muertos que no han podido ser despedidos por sus seres queridos, con un problema sanitario de enorme magnitud, con una crisis económica de proporciones inimaginables, todo sobre la mesa, Pedro Sánchez sigue a lo suyo que no es más que seguir residiendo en el palacio de La Moncloa. E Iglesias haciendo de parasito.