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Pedro Sánchez. / EFE
España amanece con el lastre de la ingobernabilidad sobre la espalda. Gracias a la irresponsabilidad de los políticos españoles, se ha gastado el tiempo y el dinero, además de buena parte de la credibilidad de la clase política al completo. Estas segundas elecciones serán recordadas como las que sirvieron a Vox para consolidarse y a Torra para tomar más impulso. Si un escenario político no era deseado, después de una convocatoria electoral que ya parecía inconveniente y casi desastroso, es este que se dibujaba ayer en las urnas repartidas por toda la geografía española.
Los partidos independentistas consiguen una cuota de poder parlamentaria mayor que la que ya tenían. La extrema derecha española se consolida y alcanza resultados que nadie podía imaginar hace unos meses. Las alianzas programáticas o de gobierno son muy improbables. El gasto que ha supuesto estas elecciones para no avanzar ni un milímetro no está justificado de ninguna de las maneras.
Estos resultados son una noticia nefasta para los españoles. El bloqueo político no desaparece, se mantiene intacto, tal vez, más fuerte. La parálisis política afecta directamente a la marcha económica que, cada día que pasa, es más dudosa. Los problemas de los españoles son los mismos que hace semanas porque nadie soluciona nada.
Más de un líder político tendrá dificultades para explicar qué es lo que ha pasado (el presidente en funciones está obligado a hacerlo de una forma profunda) y algunos tendrás dificultades para continuar en su puesto si no quieren ser el hazmerreír de la política española.
Habrá que esperar para saber cómo reaccionan los líderes políticos para saber si el futuro de España es tan gris como parece o si quedan esperanzas.