Entre las medidas urgentes que ha tomado o quiere tomar en breve el nuevo Gobierno de coalición no se encuentra ninguna que vaya encaminada hacia la mejora del tejido cultural en España.
En las dos últimas campañas electorales, la cultura ha sido la cenicienta en el ámbito político. Ni en los mítines, ni en los programas electorales, ni en los debates televisados, la cultura ha tenido una presencia destacable. En el caso de los debates ni siquiera apareció una sola vez.
Se equivocan los políticos al pensar que el ámbito cultural puede quedar al margen de las grandes decisiones políticas porque, ‘al fin y al cabo, no es más que ocio’. Ni pueden ningunearse los aspectos culturales que atañen a la sociedad , ni la cultura es lo mismo que el ocio. Y estas dos equivocaciones parecen una constante en el Gobierno de Pedro Sánchez y en la política en general.
Un país que no cuida de su cultura está condenado al fracaso. Un país que se preocupa solo de los asuntos económicos está en peligro de convertirse en una mala copia de lo que es una nación moderna en la que lo importante son las personas. Un país en el que la sociedad no demanda una actividad cultural importante, está enfermo, gravemente enfermo.
Nuestro teatro, nuestro cine, la literatura española, la música o la danza contemporánea, por ejemplo, son la manifestación de lo que somos, de lo que pensamos, de cómo nos relacionamos con la realidad. Y si no cuidamos de ello, de la cultura, terminaremos perdiendo la identidad, la esencia.
El Gobierno de España está obligado a trabajar y a invertir cantidades suficientes para convertir la cultura en la locomotora de nuestra sociedad. Siempre debió ser así. Y, ahora, lo es más que nunca.