Antes de iniciarse la pandemia, España no iba bien en algunos aspectos económicos. Ahora, la Covid-19 ha provocado, entre otras cosas, que la reducción del déficit sea una quimera y que, además, lo sea en las dos acepciones que el diccionario ofrece: bien, sueño o ilusión que es producto de la imaginación y que se anhela o se persigue pese a ser muy improbable que se realice; bien, monstruo fabuloso que se representa de diferentes formas. Es decir, esa reducción del déficit no se va a conseguir y, además, será un verdadero quebradero de cabeza, un monstruo terrible.
Según el presidente Sánchez, nuestro modelo fiscal hace aguas y eso condena al Estado a recibir cantidades muy inferiores a las que reciben de media los miembros de la UE, en concreto el 7 por ciento.
Endurecer la política fiscal no va a ser suficiente. Como dice el Banco de España es fundamental que eso vaya acompañado de una gran reducción del gasto público. Tal vez, dadas las circunstancias, se debería hablar de un control exhaustivo de ese gasto y una búsqueda de la eficiencia de cada euro invertido.
Cabe destacar que si Pedro Sánchez quiere aprobar los Presupuestos Generales del Estado junto a PP y C’s, en este momento se encuentra alejadísimo de las posiciones respecto a la política económica de la oposición.
Los datos son preocupantes. Cerca de 4 millones de parados; casi un millón menos de afiliados a la seguridad Social; 6 millones de prestaciones gestionadas por el SEPE. Y la solución no es un aumento de la fiscalidad que soporte la clase media en gran medida. Ahora que va a llegar una importantísima ayuda de la UE será imprescindible animar a los inversores y potenciar las nuevas tecnologías; invertir en infraestructuras y en planes de empleo eficaces intentando que las pensiones de jubilación y los sueldos de los funcionarios queden intactos. Será imprescindible gastar lo menos posible y hacerlo bien.