Las agencias de medicamentos de los países occidentales exigen unos estándares rigurosos que logran un nivel de seguridad extraordinario para la población. No hay medicamento que se comercialice sin que pase unos filtros muy severos que garantizan el buen funcionamiento de todos ellos. Así, hay que tener confianza en la vacuna de AstraZeneca que, a pesar de presentar algunas reacciones adversas, acumula una serie de beneficios que están muy por encima de esos problemas.
No es así con las vacunas que se están administrando en países como Chile, Turquía, Brasil o Uruguay. Se trata de dos vacunas de fabricación china que no están sometidas a los controles exigidos en Europa o Estados Unidos, las conocidas como Sinopharm y Sinovac. Son vacunas que alcanzan el 33 por ciento de eficacia y eso está provocando que los contagios sigan multiplicándose entre la población de los países que las administran. Por otra parte, el gran problema es que el SARS-CoV-2 puede desarrollar mutaciones resistentes a los anticuerpos que las vacunas generan y eso afectaría al curso de la pandemia.
Primero fue la falta de transparencia al comenzar la pandemia en Wuhan; ahora es la falta de transparencia en la información sobre la eficacia de las vacunas fabricadas en China. Todos los Gobiernos del mundo deben tomar medidas para que se detenga la administración de vacunas que pueden ocasionar un mayor problema de salud pública a nivel planetario.