Que la caída del PIB español va a ser monumental ya parece indiscutible. Por tanto, el fondo de reconstrucción que está preparando la UE debe ser aprovechado con rigor, sin atender a criterios partidistas, pensando en el bien de los españoles y el futuro de una nación que arrastra demasiadas crisis, demasiada mediocridad política, demasiada corrupción. La decencia de los políticos, la altura de miras y el sentido de Estado se tienen que dibujar como referentes indiscutibles para gestionar una crisis que va a costar mucho sufrimiento entre los españoles.
Las infraestructuras tendrán que mejorar, los planes de viviendas tendrán que desembocar en la construcción de vivienda pública que alivie el problema en las grandes urbes de toda España; y, por supuesto, la enseñanza y la sanidad tendrán que llevarse buena parte de los presupuestos puesto que son esenciales para el futuro a corto, medio y largo plazo.
España necesita de una gestión que redunde en las mejores generales en ciudades y pueblos de toda la geografía y, al mismo tiempo reclama que sea la inversión pública la que soporte el peso del proceso sin caer en la trampa de seguir políticas intervencionistas. No hay otra opción y no es contradictoria con una política fiscal ordenada que no asfixie a los ciudadanos.
No hay sitio para corrupción, ni para gestiones cicateras o de aficionados. No hay sitio para la demagogia o para una mirada parcial ejercida sobre la realidad. Solo hay espacio para hacer las cosas bien y pensando en los intereses de todos los españoles.