El número de desempleados en Andalucía se eleva a 806.090 personas. En enero se han sumado 28.156 hombres y mujeres sin trabajo. En términos interanuales la diferencia es de 2.673 individuos a favor del grupo de los que tienen empleo. En el resto del territorio nacional los datos y los porcentajes son malos, muy malos.
Las 3.253.853 personas desempleadas en España no dejan de ser una vergüenza y, al mismo tiempo, una lacra inmensa e insoportable para un país como España.
Lo que cabe preguntarse es si las políticas que el Gobierno de Pedro Sánchez tiene previsto poner en marcha serán beneficiosas o no para el mercado laboral. Porque desde que Sánchez llegó al Palacio de La Moncloa a bordo de una moción de censura, los datos son claros y tercos: cuando se producen mejoras en los datos relativos al paro son menores respecto a las series históricas y cuando empeoran los datos absolutos y relativos suelen ser especialmente malos.
La posibilidad de una derogación parcial de la última reforma laboral intranquiliza a los empresarios y no anima, ni mucho menos, el mercado laboral. Las políticas fiscales anunciadas causan un efecto similar. El consumo de los españoles es menor puesto que se mira con escepticismo los datos de creación y destrucción de empleo. Todo parece indicar un momento de excesiva moderación en los mercados que afectan necesariamente al empleo.
El paro se reduce a un ritmo muy inferior a como lo hacía hace un año. La desaceleración en todos los ámbitos es absoluta. Y esta es una situación que no se puede justificar ni explicar diciendo que todos los eneros son malos.