Conviene tener claro que lo que suceda en las elecciones autonómicas, que se celebrarán en Madrid el próximo 4 de mayo, afectará seriamente a la política nacional. Podría parecer que el Estado de las Autonomías permite que las políticas o los pactos de cada territorio no afectan a los demás. Pero nada más lejos de la realidad. Lo que sucede en Murcia tiene serias repercusiones en cualquier punto de España. Y la polarización que se vive en Madrid gracias a unas ideologías extremas marcarán un antes y un después en la política actual que se impone en España.
Los discursos incendiarios con los que se tacha de criminal a una ideología concreta y, por tanto, a sus seguidores, no aportan nada bueno. Y es eso lo que se maneja en la actualidad por personajes como Pablo Iglesias que parece decidido a convertir el escenario político en un dibujo guerracivilista sin sentido alguno. El resto de candidatos no hacen ascos por bajar a la arena y plantean la campaña como una elección entre libertad y lo demás como si el resto de partidos no fueran legales o no estuvieran integrados en un sistema democrático pleno.
El problema de todo esto es que ni uno solo de los candidatos ha dicho una sola frase refiriéndose a los problemas de los votantes. Esto es algo muy habitual en la política española que sufrimos a diario. Esto es algo muy doloroso.
Es más importante el líder o los beneficios del partido que los problemas que haya que solucionar. Por supuesto, se trata de una lacra que resulta imposible de soportar tal y como está la situación. España se desangra por los cuatro costados y nadie parece estar dispuesto a hacer nada si no le conviene a él o su partido.
Todos los días mueren personas en los hospitales a causa del SARS-CoV-2; todos los días las colas del hambre crecen sin control; todos los días los indicadores económicos ensombrecen el futuro de los españoles; y todos lo días millones de personas buscan un empleo para poder sobrevivir. Por tanto, no es de recibo este tipo de fiestas políticas en las que prima la brocha gorda y la palabra gruesa. Lo que España necesita en eficacia, altura de miras por parte de los políticos y un sentido de Estado que prevalezca sobre cualquier otra cosa.