La gestión de la clase política española en algunos ámbitos es, sencillamente, desastrosa, peligrosa y bochornosa. Y los españoles, siempre muy por encima de lo que les ofrecen los políticos, merecen algo mucho mejor. No obstante, también es cierto que la fragilidad de la memoria colectiva en España es descomunal. A veces, parece que no ha pasado nada y, en realidad, ha pasado todo.
El Estado destinó 65.000 millones de euros para lograr que 15 entidades financieras lograsen salir de un atolladero que estaba convirtiendo una crisis económica muy fuerte en algo demoledor. Los políticos españoles, haciendo gala de esa capacidad de gestión tan lastimosa que se empeñan en enseñar pase lo que pase, llevaron las cajas de ahorro hasta territorios imposibles para que una entidad de esas características pudiera superar la situación de crisis. La irresponsabilidad de esos políticos quedó sin pena y se convirtió en una carga para todos los españoles. Porque de esos 65.000 millones de euros casi nada regresará al lugar del que salió.
Uno de los casos paradigmáticos del desastre de las cajas de ahorro lo protagonizó Bankia. Ahora sabemos que el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria no ha recuperado ni un solo céntimo de la cantidad destinada a salvar la entidad. De los 22.424 millones de euros, ni un céntimo recuperado. Es decir, todo ese dinero convertido en una carga para los españoles.
Queda que el Estado venda Bankia. Nadie sabe qué precio se fijará ni cuándo se producirá el movimiento.
Los políticos deben entender que el dinero público es de todos los españoles. Es muy distinto a pensar que no es de nadie, una idea que ha llevado a la clase política a unos niveles de corrupción insoportable para un país como España. Tampoco es sensato que la memoria del electorado sea tan frágil como para olvidar estos capítulos vergonzantes que los españoles no merecen en ningún caso.