Preocupación entre buena parte de las andaluzas

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11 ene 2020 / 08:00 h - Actualizado: 10 ene 2020 / 19:31 h.
"Editorial"
  • Trinidad Lechuga en un acto en la Diócesis de Córdoba. / DIÓCESIS DE CÓRDOBA
    Trinidad Lechuga en un acto en la Diócesis de Córdoba. / DIÓCESIS DE CÓRDOBA

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Hasta ahora, la estrategia de la Junta de Andalucía respecto a la Salud Sexual y Reproductiva ha sido muy clara. Los principales destinatarios de las campañas promovidas desde el Instituto Andaluz de la Mujer y el Instituto Andaluz de Juventudes, con la colaboración de diferentes ONG’s, han sido los jóvenes andaluces y se ha buscado incidir especialmente en reducir el número de embarazos no deseados, en reducir la transmisión de enfermedades de carácter sexual, en prevenir el contagio del SIDA y en tratar de evitar los casos de interrupción voluntaria del embarazo. La forma de afrontar estos problemas ha sido moderna, didáctica y ajustada a la legislación vigente.

Y, desde ahora, la coordinadora de esa Estrategia de Salud Sexual y Reproductiva será la señora Trinidad Lechuga, actual directora del Secretariado para los Cristianos Perseguidos en la Diócesis de Córdoba. Al frente de esta diócesis está el obispo Demetrio Fernández, un hombre que ha definido el aborto como «matanza de inocentes» y la ideología de género como «bomba atómica». Si estas fueran algunas de las ideas que trae en su cartera la señora Lechuga, la indignación de algunos representantes políticos y de las distintas organizaciones vinculadas a estas cuestiones, estarían más que justificadas.

Trinidad Lechuga llega de la mano del consejero de Salud de la Junta de Andalucía, Jesús Aguirre, que es la persona que dijo el pasado mes de junio que «lo fácil es llegar y el chupetón» al referirse al aborto en la sanidad pública andaluza. Una afirmación desafortunada e impropia de alguien que ocupa un puesto como el del consejero de Salud de la Junta de Andalucía.

Está absolutamente justificada la inquietud que genera un nombramiento como este que está, sin duda, escorado hacia una forma de plantear problemas civiles utilizando el rasero religioso y, concretamente, católico. Y si estamos hablando de lo público esos planteamientos no tienen cabida. Las mujeres andaluzas tendrán que, con casi toda seguridad, enfrentarse a posturas radicalmente contrarias al aborto y a un tratamiento que suele dejar fuera a las propias mujeres. La prevención del SIDA o de embarazos indeseados, por ejemplo, no se logran con campañas amenazantes sino con información y una carga de libertad ilimitada.