Cerca de la mitad de los españoles no se vacunarán de forma voluntaria según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). El plan de vacunación del que habla el Gobierno se limita, de momento, a que serán los grupos de riesgo los primeros en ser vacunados (ancianos, personal sanitario, policías, militares y profesores, por ese orden) y que los centros de vacunación serán los mismos en los que se suministran otras vacunas como la de la gripe; es decir, se vacunará en los centros de salud. Que se afirme desde el Gobierno que España «es el único país de la Unión Europea junto a Alemania en tener un plan completo de vacunación», es casi un atrevimiento. Y, por otra parte, nadie sabe de cuántas vacunas se dispondrá, en que plazos llegaran a España para ser suministradas, y si serán las más efectivas.
Demasiadas dudas sobre algo tan importante como es la vacunación masiva de una población fatigada, escéptica y sin la información necesaria para que cada sujeto pueda tomar una decisión con criterio. El Gobierno debe tener cuidado al hacer promesas que, tal vez, no puedan cumplirse. Se depende, en gran medida, de los investigadores y de los fabricantes y de los distribuidores y de las posibilidades técnicas de conservación y de la capacidad de vacunación del país (en este sentido sí es verdad que España es un país con una enorme capacidad de vacunación desde hace muchos años).
El Gobierno debe empezar por concienciar a la población de la importancia de vacunarse. Y una vez que se cumplan los objetivos comenzar a pensar en el siguiente paso. En un asunto tan delicado la prudencia es la mejor de las compañías para ese viaje en el que miles de vidas están en juego.