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La Pasión

Rossario de sevillanía

El miércoles sucedió algo entre magnético y místico en los pasillos de filas del Maestranza. La ROSS y Sevilla se dieron un beso. Están condenados a quererse

10 mar 2017 / 12:16 h - Actualizado: 12 mar 2017 / 08:38 h.
"La Pasión","Real Orquesta Sinfónica de Sevilla"
  • José Colomé. / Jesús Barrera
    José Colomé. / Jesús Barrera

Fue mágico, rotundo y fértil. Delicioso. El concierto que protagonizó la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS) el miércoles pasado en el Teatro de la Maestranza, bajo la batuta de José Colomé, vino a sonar a beso. Un beso que la ROSS, con la primavera asomando sus luces, le daba a la ciudad a modo de flirteo, como queriendo enamorarla. Una hora y cuarenta y cinco minutos después de la excelsa interpretación de Amarguras, himno de la Semana Santa, Sevilla estaba rendida a los pies de la Sinfónica. El idilio, más que justificado.

Un joven y entregado Colomé manejaba el timón con asombrosa brillantez –se intuye que llegará muy lejos– cuando los músicos atacaban piezas como Jesús de las Penas o Pasan los campanilleros. Aparecían en las tablas, de modo salpicado en este Diario de un cofrade, los talentos de Manuel Cuevas, saetero que marcará época, y una hermosa Erika Leiva que tiene la voz de terciopelo y dice muy bien las saetas. Después sonaban Valle de Sevilla o La Madrugá de Abel Moreno. A esa hora, Sevilla descansaba su pulso en los brazos de la ROSS, cuyos componentes transmitían desde sus puestos el compromiso con la música procesional y, especialmente, con los sentimientos de la ciudad, con sus latidos. El trío final de piezas compuesto por Sevilla cofradiera, Aquella Virgen y Procesión de Semana Santa en Sevilla, de Marquina, vino a ser el aldabonazo a un proyecto acertado. Colomé había elegido con escrúpulo, con buen gusto. Y Sevilla se había dado cuenta. No se trata sólo de mover la batuta. Se trata de sentirla, de llevarla a ese rincón del alma que el miércoles agarró un joven director con sus manos al frente de una orquesta muy rica en matices, muy versátil y valiente.

Ha sido este concierto una mano tendida, un acercamiento, un abrazo, un rosario de sevillanía porque las cuentas fueron cayendo entre los dedos de unos extraordinarios intérpretes de la música. Música mayúscula. No olvidemos que la calidad de las piezas era soberbia.

La ROSS llegó a nuestras vidas cuando arrancaba la década de los noventa. Las autoridades públicas impulsaron una hermosa historia que ha cumplido más de un cuarto de siglo entre nosotros. Y estamos en un punto relevante, fundamental de la historia de la ROSS, nuestra ROSS.

El miércoles sucedió algo entre magnético y místico en los pasillos de filas del Maestranza. Y se intuyó que sobre aquel escenario sobrevolaba la magia. La Real Orquesta Sinfónica de Sevilla se acercaba al corazón de esta ciudad peligrosamente, tanto que puede decirse que se dio un paso muy importante. La ROSS y Sevilla se dieron un beso. Están condenados a quererse.