Violencia machista

Diez cosas que están rematadamente mal en el caso Errejón

El caso de Íñigo Errejón nos pone frente al espejo a todos y hace aflorar todas las miserias de una sociedad machista

El exlíder de Más País y exportavoz de Sumar, Iñigo Errejón. / Eduardo Parra - Europa Press

Isabel Morillo

El caso de Íñigo Errejón nos pone frente al espejo a todos. A los políticos, a la sociedad, a los hombres y a las mujeres. La dimisión del político de Sumar y las denuncias de acoso sexual y violencia machista han sacudido el país.

Mejor que precipitarnos a un debate hiperventilado o al ajuste de cuentas que un caso de estas características permite, deberíamos pararnos a pensar si deberíamos haber actuado de forma diferente. Empezando por saber que lo único que hay mal hecho de verdad, si se prueban las denuncias ante la justicia, es la agresión sexual o los comportamientos abusivos y contra las mujeres. A partir de ahí, en este caso se reproduce todo lo que una sociedad machista de raíz sigue asumiendo con naturalidad y sin darse cuenta en la mayoría de las ocasiones.

El silencio y el encubrimiento

Se sigue mirando hacia otro lado, prefiriendo no hacer más ruido, transmitiendo que denunciar una agresión sexual o una violencia machista es mucho más difícil que callarse, apartarse de esa persona y correr un manto de silencio. Disuadiendo a las víctimas de que denuncien. Tratando de hacer desaparecer lo que tenemos ante nuestros ojos.

Minimizar violencias machistas

En muchas reflexiones de estos días aflora que es muy difícil saber discernir entre qué es una persona con adicciones y que le gusta el sexo y un acosador o maltratador. Es una manera más de minimizar el posible delito. Seguimos tendiendo a normalizar situaciones que no son normales y esgrimir la libertad, atacando la moral. Quien tiene adicciones está enfermo. Tener sexo libre y de forma promiscua no tiene nada que ver con los testimonios que están aflorando de abuso, dominación y, en definitiva, violencia machista. No es puritanismo, es sentido común. El consentimiento es la clave.

Clasificar a los machistas

El machismo no tiene ideología, clase social, nivel cultural ni etnia o raza. El machismo desgraciadamente recorre todos los estamentos de la sociedad. No tiene etiquetas. Hay machistas de izquierda y de derecha, violentos y agresores en todos los estratos.

¿Hemos investigado?

“Esto se sabía”, “Era vox populi en el Congreso”, “Era conocido”… Si de verdad esto es así, si había datos, más allá de la música que sonaba sobre este político, los periodistas, en general, hemos fracasado estrepitosamente en nuestra obligación de investigar y destapar el caso. No siempre el rumor es la antesala de la noticia pero ¿hemos investigado de verdad y en serio lo que ahora se dice que todo el mundo sabía? Si la respuesta es que no, ¿por qué no lo hemos hecho?

Exigir a las víctimas que denuncien

Las víctimas de violencia sexual o machista tienen derecho a denunciar cuando quieran. Este tipo de delitos no deberían prescribir jamás. No podemos exigir a las víctimas que denuncien y den la cara cuando saben que, desde su posición de poder, al supuesto agresor se le ha estado encubriendo y tapando. Nunca debemos perder de vista que todavía las mujeres siguen siendo siempre las primeras culpables de todo cuando denuncian. Quienes se atrevan a poner una denuncia van a pasar un calvario, desgraciadamente. Hay que animar a denunciar, acompañar, proteger a las denunciantes pero nunca juzgarlas si no se sienten preparadas a dar el paso.

La Santa Inquisición

No caigamos en el error de participar en la Santa Inquisición en las redes. No caigamos en la tentación de lanzarnos a la quema en la pira de la plaza pública. Si tiramos por tierra la presunción de inocencia o practicamos la condena general, se pierde la razón. Admitamos que, hagamos lo que hagamos, ya está en marcha y va a ser terrible pero no contribuyamos a esos fuegos artificiales, que hacen que lo importante salga del foco.

Abonarnos a la hipocresía

“Hermana, yo sí te creo” salvo que a quien denuncias sea de mi cuerda, mi partido, mi equipo o mi pandilla. Entonces… ya empiezan los matices. La hipocresía campa a sus anchas en los temas feministas, como en la mayoría de ámbitos de la vida. El compromiso con el feminismo tiene que estar por encima de otros condicionantes. Exactamente igual que el compromiso contra la violencia Nunca deben existir peros o matices.

Dejar que lo hombres se victimicen

Errejón se presentaba en su comunicado como víctima del patriarcado. En fin… Es un gran error permitir que los hombres se abonen al discurso de que les da miedo el Mee Too y las denuncias anónimas, que se sienten perseguidos o acosados. Es exactamente igual de peligroso que el discurso de las denuncias falsas en la violencia de género. Disuade a las víctimas de denunciar. El mensaje sería “Hombres decentes, no temáis”. Que el miedo cambie de bando no significa que las mujeres ahora tengan aterrorizados a los hombres. Solo debe tener miedo quien sea un agresor. El discurso de que todos los hombres son violadores en potencia necesita mucha profundidad para tener sentido. Las mujeres llevan sintiendo miedo mucho tiempo. Ya es hora de que solo tema quien agreda.

No reconocer que hay avances

Sí los hay. Antes se tapaba como asunto de alcoba y cosas del matrimonio la violencia de género. Eso ya no ocurre. Es inadmisible. Por más que el negacionismo crezca y nunca se deba perder de vista. Ahora se puede salir a denunciar maltratos que no tienen por qué conllevar violencia física como hasta ahora hemos entendido. La luz de gas es una forma de violencia psicológica perfectamente denunciable y condenable.

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Alas a la guerra cultural

“El MeToo español se ha llevado por delante ya a 20 rojos y 0 fachas, llorando”. Este mensaje corrió como la pólvora cuando Errejón anunció su dimisión. El discurso de odio contra lo que los radicales llaman la dictadura woke de la izquierda va a subir como la espuma. Cuidemos no dar alas a quienes se ríen del movimiento feminista, a veces, con razón. La trinchera y la polarización no ayudan en nada a ninguna causa, tampoco a la de la igualdad de las mujeres y la lucha contra el machismo.

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