El Alcázar y la Bienal de Flamenco se entregan a la magia

Los artistas Fahmi Alqhai, Argentina y José Valencia llevan al palacio real sevillano un surtido que aúna lo poético, lo histórico y lo musical para romper la barrera de los tiempos

28 ago 2018 / 19:04 h - Actualizado: 28 ago 2018 / 21:01 h.
"Flamenco","Bienal de flamenco 2018"
  • En la presentación de los espectáculos del Real Alcázar, celebrada en la Sala de Justicia del palacio, estuvieron (de derecha a izquierda) José Valencia, Antonio Zoido, Argentina y Fahmi Alqhai. / Jesús Barrera
    En la presentación de los espectáculos del Real Alcázar, celebrada en la Sala de Justicia del palacio, estuvieron (de derecha a izquierda) José Valencia, Antonio Zoido, Argentina y Fahmi Alqhai. / Jesús Barrera

No hace falta esforzarse mucho ni ponerse especialmente cursis para comprender la importancia de la simbiosis entre el Real Alcázar y la Bienal de Flamenco; una relación provechosa de la que ambas partes salen embellecidas, porque en las dos hay verdad. La clave está en la intemporalidad, como bien sabe el director del festival, Antonio Zoido, quien esta tarde, durante la presentación de los tres espectáculos que se celebrarán en el Patio de la Montería a comienzos de septiembre, habló de encuentro, de mezcla, de antiguas resonancias que vuelven para disolver –aunque solo sea con la imaginación– la única frontera infranqueable para el ser humano: el tiempo. Fahmi Alqhai, Argentina y José Valencia son los encargados en esta edición de producir esa ensoñación, esa magia, esa fantasía de lo imperecedero. Si las piedras hablaran, dicen... Pues ya hablan.

Fahmi Alqhai dio a entender ayer poco menos que andaba con los vellos de punta ante la perspectiva. Uno de los grandes triunfadores sin paliativos de la anterior edición junto a Rocío Márquez, con aquellos Diálogos que se llevaron el Giraldillo a la Innovación y dejaron al público de San Luis de los Franceses sin palabras y con las piernas deshuesadas, cambia ahora de lugar y de compañera artística para llevar un Romance al Alcázar de Sevilla junto a Carmen Linares. Es, comentó él, «hacer realidad un sueño que llevaba rumiando muchísimo tiempo, que es poner en pie este espectáculo que está entre Oriente y Occidente».

Su ocasión llegará el 12 de septiembre con esa cita titulada Romances. Entre Oriente y Occidente, que además de a Carmen Linares subirá también al escenario a Ghalia Benali, Dani de Morón, Mariví Blasco y Accademia del Piacere, en una velada morisca, medieval, renacentista, flamenca y de todo que se abre con la pieza el Romance del caballero, al que la muerte aguardaba en Sevilla, y que desarrolla a modo de espectáculo un proyecto de investigación del compositor y violagambista sobre los orígenes y vínculos musicales del flamenco. Como contaban hoy desde la organización de la Bienal, «se trata de un proceso de creación a partir de una intensa labor de documentación que el músico inició el año 2014 con el estreno en la XVIII Bienal de Flamenco de Las idas y las vueltas, trabajo que desarrolló con su agrupación Accademia del Piaccere junto al cantaor Arcángel y con el que consiguió un Giraldillo a la Mejor Música».

En la nueva cita, además de él y de Carmen Linares, completarán el elenco Agustín Diassera a la percusión, Kiya Tabassian al setar, Rami Alqhai y Johanna Rose a la viola da gamba y Javier Núñez con el órgano y el clave. En otras palabras, «estamos reuniendo a grandes figuras del mundo occidental y del oriental. La idea de Romance surge del encuentro que han tenido siempre Oriente y Occidente, y más en estos espacios maravillosos, en esta tierra tan rica, gracias a ese mestizaje, a ese encuentro, a ese gran potaje que se ha hecho con los siglos. ¿Por qué la palabra romance? Porque el romance es una forma poética que encierra uno de los grandes secretos de la España medieval y renacentista, de Al Andalus, que básicamente es que el arte siempre, en esa época, fue un sistema de protesta política, por decirlo así; que apoyaba, que quería la unión entre ese Oriente y ese Occidente. Mientras los soldados y la gente ruda –como decía Miguel Hernández: el tigre del ser humano– estaban peleándose por las tierras y por su dios, los artistas siempre estaban hablándonos un poco más allá de todo eso: de un encuentro, de que el arte siempre está por encima de cualquier frontera, de cualquier tierra en propiedad y de cualquier dios particular. Es la idea en la que estamos centrando este espectáculo, y la verdad es que no podemos estar más contentos».

Será Alqhai quien ponga el broche a las noches flamencas del Alcázar el día 12, pero será a Argentina a quien le toque abrirlas un par de días antes en el mismo escenario del Patio de la Montería. El director Zoido, que no pensaba intervenir, lo hizo sin embargo al presentar a esta artista: «Cuando estábamos pensando en qué espectáculos traeríamos al Alcázar, yo siempre tenía en mente que tenía que haber una voz femenina que volviera a hacer resonar ecos del cante femenino. Uno que seguro que existió, aparte de la legendaria Rumaiquiyya de la corte de Almutamid, se produce cuando Felipe V en 1729 trae aquí la corte y comienza a poner en Sevilla las primeras óperas en el Patio de la Montería: obras de Monteverdi y otros autores. No sé si Sì dolce è’l tormento o alguna otra de Monteverdi se cantarían allí. Pero siempre pensé que aquellas voces resonarían hoy como la voz de Argentina».

La onubense andaba emocionada ayer. «Desde 2010 no estaba en la Bienal y tenía mucha ilusión, muchas ganas de estar. Y ya por fin este año lo haré en este sitio precioso, un sitio muy flamenco. Mi espectáculo se llama Hábitat» una palabra que asegura usar muy a menudo y que le recuerda sus tiempos de niña, cuando se asomaba a los escenarios con el sueño de subirse a ellos algún día a hacer sus espectáculos. «Y la verdad es que los sueños se cumplen. Por supuesto, hay que trabajar y luchar muchísimo, y es mi hábitat natural, donde yo me encuentro, donde mejor estoy. Supongo que es algo que no me pasa solo a mí sino también a todos los artistas». Junto a sus acompañantes –José Quevedo Bolita, Eugenio Iglesias y Jesús Guerrero, los coros, palmas y jaleos de Los Mellis, Torombo y José Carrasco– «y alguna que otra sorpresa», Argentina ofrecerá «un repertorio muy ameno donde va a haber un poquito de casi todos los cantes». «Me gusta ser generosa en ese sentido en los directos, me gusta entregarme», prometió ayer.

Entre Argentina –el día 10– y Alqai –el 12–, estará José Valencia, que el día 11 estrenará para la XX Bienal y en este Real Alcázar su nuevo espectáculo, Bashavel. «Cualquier artista que se precie estaría loco de contento con actuar en la Bienal», confesó ayer, «y más en un marco como este, donde como Fahmi Alqhai dijo antes, hay una mezcla de culturas, de historias, de religiones, de razas y de todo. Nosotros aquí venimos con nuestro mestizaje», explicó. «Bashavel, en romanés, significa tocar un instrumento, reunirse musicalmente para hacer algo. Y con esa palabra expreso lo que quiero hacer el día 11: dar importancia a esos poemas de poetas gitanos del mundo, tanto españoles como yugoslavos, canadienses y de otros lugares. A muchos gitanos se les obligó a perder el idioma, aunque por ahí se ha mantenido, y hay muchos libros en romanés que se han tenido que traducir al castellano. Hay un trabajo gordo hecho para esto, y queremos con eso darle importancia a esos escritos, a esa manera de entender la vida, al amor por la naturaleza, por las plantas, la tierra, el sol, el agua... a aquello que siempre los gitanos hemos vivido y compartido».

Para ello «me rodeo de un elenco artístico, aparte del flamenco, donde está mi compañero, amigo y pedazo de guitarrista Juan Requena; donde tenemos a las palmas a mis niños Manuel Valencia y Juan Diego Valencia; tenemos a Paquito González a la percusión; al baile a una bailaora con mucha enjundia y con nombre y trascendencia familiar como Karime Amaya, que es familia directa de la gran bailaora Carmen Amaya, mexicana de nacimiento pero española de adopción, y traigo al cuarteto dirigido por Vladimir Dmitrienko», que es el Millenium Arts Ensemble con su director (violín) así como con Jill Renshaw (violín), Jerome Ireland (viola) y Nonna Natsvlishvili (violonchelo). «Y viene también al violín un francés que se llama Nicolás y que artísticamente se ha querido poner el Calabacín», explicó, agregando con ello una nueva hortaliza al variado y muy gastronómico repertorio de sobrenombres artísticos que han dado lustre al flamenco, desde Tomatito hasta el Cigala, desde Pansequito a Camarón. «Con estos mimbres, lo que quiero hacer es disfrutar de la música, conseguir que a través de la poesía y de la música la gente se pueda acercar para entender a los gitanos «de forma mucho más compleja, más variopinta y mucho más bonita» que tirando solo de lo de siempre.

Por qué ellos en el Alcázar y no otros: lo explicó el director, Antonio Zoido. «La Bienal en el Alcázar siempre ha buscado que tenga un contenido muy abierto», dijo. «Si hacemos historia, veremos que la mayoría de las cosas que hemos podido ver aquí eran siempre eso: por un lado, algo abierto; y por otro, que tuviera su pizca de magia, ya fuera por las voces que traía, por los argumentos de las obras. Porque esa magia y el Alcázar crean ese producto etéreo que hace vibrar a la gente».