Caminos de cicerones

El GDR Aljarafe-Doñana impulsa un proyecto de promoción turística en el que los propios vecinos venden las bondades de su pueblo a través de vídeos. Bautizado como Cicerone Rural, se enmarca en un plan general de dinamización turística, financiada con fondos Feder.

07 jun 2015 / 12:00 h - Actualizado: 07 jun 2015 / 23:24 h.
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La elocuencia del filósofo y político romano Marco Tulio Cicerón reflejada en la facilidad de narración de aquellos que dan a conocer su entorno a los forasteros derivó en que los guías turísticos se conocieran como cicerones. Y con esa idea, el Grupo de Desarrollo Rural Aljarafe-Doñana (ADAD) ha levantado las piedras de toda la comarca para reclutar a una quincena de cicerones –eso sí, rurales- que desvelen las bondades de sus pueblos al turista.

Desde Salteras a Isla Mayor, 16 cicerones rurales abren la puerta de un Aljarafe histórico, repleto de tradiciones y con mucho sabor. Una comarca dibujada por el Guadalquivir que no solo bebe de él, sino que crece acunado en sus brazos. Si conocen el decálogo del guía turístico, no importa. Lo esencial es que transmitan «desde la cercanía» las bondades de sus casas para atraer al visitante, explica el gerente de ADAD, Florencio Valero. Unos cicerone que reflejarán mejor que nadie la realidad de las calles, las costumbres y las curiosidades.

La zona del Aljarafe y Doñana tiene fácil venderse al público por su «belleza natural», sostiene Valero, pero con este proyecto se pretende acercar la idiosincrasia de los 16 municipios que la construyen. «Es una comarca cercana, rica en patrimonio histórico y cultura, algo que la hace visitable todo el año y, sobre todo, por la familia», insiste Valero. Y no hay forma más familiar que sean los que la recorren y la viven a diario los encargados de contarlo.

Para la grabación de los diferentes capítulos, ADAD ha contado con la colaboración de la productora Ecoperiodismo, de quien surgió la idea de que fueran los mismo vecinos quienes se convirtieran a lo largo de cuatro minutos en los cicerones de su pueblo. Por el momento, se han grabado una decena, que el grupo de desarrollo publica semanalmente en sus redes sociales en forma de webserie.

Todos los cicerones rurales han participado por amor a su pueblo. Aunque muchos se presentaron y fueron elegidos directamente por no haber más candidaturas, otros tuvieron que pasar un pequeño concurso. Pero la idea era clara: que esa pasión por la tierra fomentara la participación y complicidad de los habitantes.

El proyecto de Cicerone Rural se enmarca dentro de un plan general de dinamización turística que la asociación financia con fondos europeos Feder. De hecho, mientras que los vecinos dan más de una buena razón para coger el coche y visitar el Aljarafe más lejano a la capital, sus personajes más emblemáticos e históricos, como el conde duque de Olivares o el poeta Yamal Jaraf, se pasearon hace unos días por la capital hispalense para invitar a sus caminantes a visitar el Aljarafe con una misión: hacerse un selfie delante de los lugares más significativos de los 16 municipios que conforman la comarca. Pero no vale con ir y hacerse la foto, hay que saber buscar #unTesorocercadeSevilla a través de las pistas que ADAD da en sus plataformas. Las mejores fotos serán premiadas con noches de hotel y divertidas aventuras.

Es el cicerón rural más joven jamás conocido. A punto de abandonar la mayoría de edad, este futuro peluquero es, ante todo, un enamorado de sus orígenes. Fue precisamente ese amor el que le llevó a contarle a los siete vientos las bondades de su pueblo. Méndez sabe que el Siglo de Oro es lo que mejor abandera a Olivares, de ahí que su vídeo se enmarque en la celebración del Mercado Barroco. Pero el conde duque de Olivares no lo es todo y sus conciudadanos lo saben. Entre los fogones se cuecen otra de las grandes excusas para visitarlo: su gastronomía. «Olivares es pueblo de pan», recalca Méndez. El mejor día para descubrirlo es San Blas –el 3 de febrero–, cuando los vecinos se afanan en comprar las famosas palomitas para curarse en salud durante todo el año. De pan y de guisos como el cucharro, elaborado con pan, aceite, vinagre, huevo y cebolla. Y así, un sinfín de recetas que hacen de Olivares una parada obligatoria a la hora de comer, según Méndez. Su tradición rociera también es conocida. De hecho, es «muy singular» por contar con imagen propia.

Emilio Infante llegó hace 12 años a Albaida del Aljarafe y tal como lo hizo se enamoró. Dice que se integró rápido gracias a participar de la frenética vida cofrade de este municipio. La primera quincena de septiembre es una de las mejores épocas para descubrirlo de la mano de las fiestas de sus dos hermandades, la de la Vera-Cruz y la de la Soledad, quienes colorean las calles albaidejas. Asegura que pese a la cercanía a la capital hispalense y a los municipios más poblados del Aljarafe, «Albaida es la gran desconocida». Tanto que muchos no saben ni situarlo en el mapa. Será por eso que sigue siendo «muy pueblo». Para Infante, el mejor patrimonio de su pueblo es «la amabilidad de su gente y la tranquilidad de sus calles». Esas en las que el cicerone rural ha encontrado su oficio tardío: el de dinamizador turístico.

Actor amateur de profesión, el cicerone isleño quería salir del tópico reciente de una Isla Mayor como escenario cinematográfico. La historia y la tradición montan el argumento de una película de Goya. La fotografía de cuatro estaciones diametralmente opuestas a la vista, una banda sonora interpretada por la naturaleza y unos efectos especiales llamados gastronomía, que se saborea hasta en la distancia, la convierten en una de las favoritas del territorio para escaparse. Dorado reconoce que la arquitectura no es el fuerte de su pueblo, «pero curiosamente fue con la construcción de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, en el poblado de Alfonso XIII, donde nace Isla Mayor». No hay edificios emblemáticos, pero sí los han hecho únicos, después de que pintaran con colores llamativos y las especies locales de pájaros los inmuebles más representativos. «En ningún otro lado verás el Ayuntamiento pintado de verde». Pero lo que destaca, sin duda, es el arroz, «porque sin él no se entendería Isla Mayor, ni su gastronomía ni su paisaje».

Más de ocho décadas avalan el conocimiento de Justo Navarro sobre Aznalcázar. Eso y el «tener muchos títulos que no valen para nada», bromea el cicerone aznalcaceño. Aprovechó el paso de las carretas del Rocío «por el vado del Guadiamar a su paso por la finca de Quema» –le gusta hablar con propiedad– para grabar su vídeo. Un hecho que asegura hace 40 años no tenía tanta magnitud. Se crió a los pies del Guadiamar y en él sigue viviendo. Conoce sus secretos y reconoce que la basta naturaleza, justificada por las 12.000 hectáreas de Doñana y las 4.000 de pinares, hacen de Aznalcázar un lugar único. Navarro ha sido de todo, desde empresario, cronista, hasta el último alcalde predemocrático del municipio, pero asegura que siendo cicerone está cumpliendo su sueño de ser guía turístico. O, como él dice, dedicarse a la tarea de «dar a entender las virtudes sin que se queden debajo de su techo». Eso sí, pide que no le exijan títulos, porque Navarro no fue a la escuela, pero sabe vivir sus calles.

Donde Sevilla dice «adiós» por el oeste, Villamanrique de la Condesa da la bienvenida a todo aquel que se acerca a conocer este municipio rociero por excelencia. Un rincón que el manriqueño y profesor jubilado de secundaria José Zurita conoce bien después de 65 años en él. Más allá de su vinculación con la Virgen del Rocío y todo lo que rodea esta devoción mariana, Zurita destaca de su pueblo los estrechos lazos que los unen con la Casa Real. «Los manriqueños, concretamente los monteros, ya sirvieron a Alfonso X El Sabio durante las cacerías del monarca», explica el cicerone rural. Pero no solo El Sabio fue asiduo a la conocida como puerta de Doñana. Zurita asegura que la madre del Rey Juan Carlos, María de las Mercedes, y su familia se referían a Villamanrique como «la tierra de la libertad», ya que allí «no había protocolo».

Más allá de las anécdotas de los monarcas, la arquitectura manriqueña se revela como historia pura. Véase el caso del palacio de Orleans, «que fue la segunda fábrica de electricidad de España», explica.

Hay un pueblo en todo el Aljarafe que si destaca por algo es por su arte. El duende cigarrero, lo llaman algunos. Ese que tan a gala lleva la cicerone rural de La Puebla del Río, Sandra Vizueta, y del que culpa al «clima». «El artista –dice– lo da la tierra, la marisma», justifica el arte que lleva por montera Morante o en sus sones Los Romeros de la Puebla. Criada entre marismas, para esta agente de desarrollo turístico vender su pueblo es fácil, pero hacerlo con la misma pasión, no tanto. A escasos kilómetros de Sevilla, el mejor producto que tienen La Puebla es «la magia». Un truco en el que se conjuga el entorno y la riqueza ornitológica., en la que destaca la colonia más grande de cigüeña blanca. Una Puebla de cine. Porque aunque el escenario que más ha sonado ha sido el de Isla Mayor, «gran parte de la zona de marisma está bautizada como cigarrera», asegura.