Dar sin esperar nada a cambio

En la provincia de Sevilla hay 33.000 voluntarios estables que colaboran con 800 ONG

04 dic 2016 / 20:48 h - Actualizado: 05 dic 2016 / 07:00 h.
"Solidaridad","Voluntariado","Comprometidos con el prójimo"

Voluntario es un ciudadano que realiza un trabajo para la comunidad sin pedir nada a cambio. Es una persona altruista que lo que único que busca es ser útil y ayudar a los que más lo necesitan.

Según especifica la Junta de Andalucía, los objetivos del voluntariado social son erradicar situaciones de exclusión social generando nuevas alternativas de integración, promover una conciencia crítica y solidaria entre la ciudadanía, desvelar las causas de la pobreza y la exclusión social, detectar y visualizar nuevas necesidades sociales y responder creativamente a ellas.

A pesar de que actualmente se habla mucho de que se vive en un mundo muy individualista, que solo mira a su ombligo, solo en la provincia de Sevilla hay 33.000 voluntarios estables, es decir, colaboran con alguna de las 800 organizaciones no gubernamentales (ONG) que están registradas oficialmente. A ellos se suman otros muchos miles de ciudadanos que apoyan a estas entidades de forma esporádica o en alguna de las muchas campañas solidarias que organizan a lo largo de los 12 meses del año, como la recogida de productos que realizó los pasados 25 y 26 de noviembre el Banco de Alimentos.

El perfil del voluntario de Sevilla se caracteriza por ser una persona de mediana edad y fundamentalmente mujer.

La labor que realizan estas 800 ONG la mitad están relacionadas con la iglesia diocesana o con comunidades religiosas se centra principalmente en prestar asistencia a la población de más edad y a personas con alguna discapacidad. En un segundo lugar, se encuentra el apoyo que se da a los inmigrantes y a la población infantil y, por último, está el trabajo que realizan en la cooperación al desarrollo.

Un dato significativo del trabajo que realizan las ONG y sus voluntarios es que en Andalucía prestan algún tipo de ayuda a 3.600.000 personas, lo que equivale casi a la mitad de la población, más en concreto al 43 por ciento de los ciudadanos.

Para toda persona que quiera colaborar con una ONG, desde la Plataforma Andaluza de Voluntariado se recomienda que antes se reflexione sobre las razones para hacerse voluntario, se mire al entorno para descubrir cuáles son las necesidades y las desigualdades, se defina qué trabajo se quiere realizar de acuerdo a las preferencias y capacidades, y se busque la ONG con la que se quiera cooperar.

Asimismo, la plataforma incide en que los voluntarios no deben permitir que se les utilice como mano de obra gratuita ocupando el puesto de un trabajador que lo necesita y pide a todas las personas que colaboran con una ONG que se aseguren de que no van a ser explotados y que su trabajo redunda en beneficio de los marginados o de la actividad propia de esa asociación.

Estas premisas que da la Plataforma Andaluza de Voluntariado son imprescindibles para que un voluntario se sienta satisfecho con la labor que realiza.

Ángel Rivas: «Una compañera me metió el gusanillo»

Una compañera de trabajo es la que le «metió el gusanillo» a Ángel Rivas para trabajar como voluntario en la Fundación Mornese, una entidad vinculada a las Hijas de María Auxiliadora que trabaja con los colectivos más desfavorecidos que se encuentran en riesgo de exclusión social, con una actuación preferente sobre menores y jóvenes. Ángel admite que nunca ha sido voluntario, aunque su trabajo está muy vinculado a prestar ayuda a los demás, puesto que trabaja de conductor en una unidad de día. Explica que cuando su compañera de trabajó le habló de la Fundación Mornese fue a visitarla y entonces decidió colaborar.

Su cometido es recoger la ropa que ceden a la entidad, clasificarla y entregarla a las personas que acuden a la sede que tiene la fundación en Su Eminencia, junto a la estación del Metro.

«Yo colaboro los lunes por la tarde una hora y media y los miércoles y jueves dos horas por la mañana», aunque admite que en ocasiones echa más horas, «porque hago de transportista y voy donde haga falta» para recoger o llevar ropa.

Las personas a las que atiende son fundamentalmente mujeres extranjeras de Nigeria, Marruecos y Sudamérica, aunque admite que también hay españolas que solicitan ayuda.

La entrega de ropa, remarca, tiene un control y a cada personas solo se le da una vez al mes. Destaca de estas mujeres que «vienen con mucha humildad y agradeciendo lo que se les da. Lo recogen todo con mucha alegría. Son maravillosas».

Asegura que esta experiencia le da muchas satisfacciones, «porque ayudas a personas que realmente lo necesitan».

Además de prestar sus servicios en el ropero, también afirma que es muy activo en las redes sociales para pedir ropa, «y voy donde haga falta a recogerla. He ido a Dos Hermanas, Lora del Río y Alcalá de Guadaíra. No me importa desplazarme».

De hecho, aunque vive en San José de La Rinconada, asegura que no le cuesta nada ir tres veces en semana hasta Su Eminencia, «porque está muy cerca de mi casa».

Respecto a su familia, su mujer y cuatro hijos, uno de ellos de acogida, asegura que están muy orgullosos con la labor que él realiza.

Manuel Gómez: «Enseño cómo se puede montar un negocio propio»

Manuel Gómez como prejubilado de una entidad financiera y exprofesor de la escuela de formación bancaria decidió ofrecer los conocimientos que poseía a los demás. Lleva ya seis años colaborando con la Fundación Cajasol, donde imparte cursos de educación financiera a personas en riesgo de exclusión social. «Les enseño cómo se puede montar un negocio, técnicas de negociación con los bancos, cómo solicitar una licencia, planes de negocio, qué productos van a necesitar, relaciones con los proveedores...».

Manuel, en la Fundación Cajasol, da dos sesiones cada 15 días de dos horas, pero indica que también comparte sus conocimientos en organizaciones no gubernamentales (ONG) como Sevilla Acoge y Proyecto Hombre.

Asegura que está muy satisfecho con el trabajo que realiza, «porque es bueno devolver a la sociedad lo que uno sabe, es una satisfacción personal que los conocimientos y experiencias que yo tengo sirvan a los demás». Además, afirma que él da, «pero también recibo alegría. La gente es muy agradecida y receptiva».

Manuel explica que el curso que imparte no se limita a dar la clase, «se hace un seguimiento», por ello manifiesta con mucho orgullo que hay alumnos que han tenido mucho éxito con los negocios que han montado.

José Ruiz: «Nos llaman los ángeles del hospital»

La mujer de José Ruiz todos le llaman Pepe falleció de cáncer y él desde hace seis años es voluntario de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC). Pepe explica que ya está jubilado, pero que todos los martes de 10.30 a 12.30 tiene un trabajo ineludible que cumplir: acudir al hospital Macarena.

Los voluntarios de AECC en el hospital Macarena –en total son 56 y cada día acuden seis u ocho– realizan tres labores: están con los pacientes que reciben quimioterapia, atienden a los enfermos que esperan en la consulta de oncología y acuden a la planta octava donde se encuentran los pacientes que están ingresados.

A cada voluntario, según explica Pepe, se le asigna una tarea: «Yo casi siempre estoy en quimioterapia. Me encargo de llevar un carrito con caramelos, café y agua para ofrecer a los que están en este área hospitalaria».

Pero además, aclara, también habla con los enfermos y los familiares para darles ánimos, «hago lo que me gusta y además cuando salgo del hospital el corazón no me entra en el cuerpo».

Explica que para él es una satisfacción hablar con los enfermos a los que ya solo les queda la última sesión de quimioterapia y comprobar que todo ha ido bien y que les has ayudado con tu compañía, «por eso nos llaman los ángeles del hospital».

Marta Niza: «Yo iba para artista y destacar, pero cambié»

Marta Niza es una joven de 23 años que nunca hubiera imaginado que se iba a dedicar al voluntariado. «Yo iba para artista y destacar, pero cambié». Este cambio de rumbo tuvo lugar en Sevilla, a donde llegó desde Madrid con su familia. Estudió bachillerato de Artes Escénicas, Danza y Música y luego optó por hacer un ciclo formativo superior de Animación Sociocultural, que es el que le permitió conocer otro mundo. Comenzó a colaborar con la ONCE y Greenpeace. Luego vinieron las prácticas del ciclo que realizó en Auxilia, una asociación que trabaja con personas con discapacidad, «y me cambió la vida».

A partir de ese momento «comencé a preocuparme por los demás» y se puso a colaborar con la Fundación Pública Andaluza para la Integración Social de las Personas con Enfermedad Mental (Faisem) y con otras asociaciones que trabajan con personas con discapacidad, «lo que me ha dado más experiencias».

Ahora, con la entidad que más coopera es con la Asociación Andaluza para la Defensa de la Infancia y la Prevención del Maltrato Infantil (Adima), pero sin olvidarse de Faisem. En Adima participa en el programa Diver, que en su caso se trata de jugar con los niños que están ingresados en el hospital Virgen Macarena y da apoyo a sus familias. «Lo que hacemos es que los pequeños salgan de su habitación del hospital y vayan a una sala diferente donde puedan jugar fuera de su entorno habitual».

El programa Diver funciona todos los días de 17.00 a 19.00 horas, «pero yo solo voy los domingos, porque ahora estoy estudiando Pedagogía y además trabajo de camarera. Mi tiempo libre lo invierto en personas que lo necesitan y que te dejan un sellito en el corazón».

Su experiencia con los niños y sus familias dice que es maravillosa. «Los pequeños, a pesar de su corta edad, se dan cuenta de lo que haces y te dan vida. Un día en un taller me confundí y dije que era muy torpe y una niña me dijo que yo no era torpe, porque, según ella, sabía ayudar». Estas pequeñas cosas, indica Marta, te marcan. Respecto a las familias de los niños, esta voluntaria recalca que son muy agradecidas, «te piden consejo y que les escuches, porque lo que necesitan es recibir un mensaje de ánimo».