Los Palacios y Villafranca

De botones a tesorero: La historia de un atípico funcionario

El palaciego Juan Martín Gómez se jubila en el Ayuntamiento después de 55 años de trabajo en los que solo estuvo diez días de baja, por dos operaciones

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
31 dic 2019 / 08:28 h - Actualizado: 31 dic 2019 / 12:08 h.
  • En la imagen Juan Martín Gómez aparece de perfil, como botones municipal, sosteniendo una bandeja con unas tijeras con las que, el 15 de julio de 1967, el gobernador Utrera Molina iba a inaugurar una calle en Los Palacios y Villafranca. / El Correo
    En la imagen Juan Martín Gómez aparece de perfil, como botones municipal, sosteniendo una bandeja con unas tijeras con las que, el 15 de julio de 1967, el gobernador Utrera Molina iba a inaugurar una calle en Los Palacios y Villafranca. / El Correo

Un día como otro cualquiera del pasado mes de octubre, las puertas del Ayuntamiento de Los Palacios y Villafranca estuvieron atestadas de gente a las tres de la tarde. No era por huelga o protesta de sus trabajadores, como ocurrió más de una vez en la cresta de la pasada crisis económica, cuando a los funcionarios palaciegos llegaron a debérseles hasta ocho nóminas, ni porque visitara el Consistorio ninguna estrella de la música o el fútbol, como ha ocurrido en contadas ocasiones con Navas o Fabián, sino por un motivo mucho más trascendente: era el último día de trabajo del funcionario Juan Martín, más conocido en el pueblo como Juanito Peral (Peral en honor a un mote familiar materno de origen desconocido), un caso atípico de funcionario que ha trabajado durante 55 años seguidos y solo estuvo de baja diez días. “Fue en dos ocasiones, por dos operaciones sin demasiada importancia”, recuerda ahora Juan, orgulloso de que aquel día se citaran en la puerta del Consistorio la casi totalidad de sus 380 compañeros para honrarlo con un gran aplauso de despedida, el prólogo de un almuerzo en su memoria.

Lo más extraño de su caso no es solo que el cómputo de días de baja de toda su vida laboral suponga una sola jornada cada 2.000 de los 20.000 días de trabajo en el Ayuntamiento de su pueblo, sino que comenzase a trabajar allí el 1 de octubre de 1964, es decir, cuando le faltaban 23 días para cumplir 11 añitos. Desde entonces hasta ahora, a aquel empleado con pantalón corto que ejercía de botones le dio tiempo a progresar en el escalafón laboral hasta convertirse en el reputado tesorero municipal, a la sazón jefe de negociado que se jubiló hace un par de meses, casi un año después de lo que le hubiera correspondido -encima- solo porque el alcalde -su último alcalde-, Juan Manuel Valle (IU), le pidió el favor de que esperara a que pasaran las elecciones municipales, y así lo hizo.

De botones a tesorero: La historia de un atípico funcionario
Juan Martín Gómez. / El Correo

El reclamo de 833 pesetas mensuales

La vida del chiquillo Juan Martín cambió providencialmente el día en que su antecesor en el puesto de botones del Ayuntamiento le dio una voz para preguntarle si quería su cargo. “Él se iba de cartero a una sucursal bancaria, donde le iban a pagar el doble, así que me preguntó si yo quería sustituirlo”, cuenta Juan, más de 55 años después. Y así empezó todo. Juan, a sus diez años, era ya botones en la peña sevillista del pueblo, “donde ganaba 250 pesetas al mes”. No es que su familia fuese muy humilde, lo cual puede pensarse con parámetros actuales, sino que en aquella época todos los chiquillos trabajaban ya. Quienes no eran recaderos, sembraban en la marisma, de sol a sol, que era mucho peor. “Yo no me lo pensé, convencí a mi padre para que me dejara y al día siguiente, de la mano de mi tío, que era alguacil en el Ayuntamiento, fui a ver al señor secretario”, recuerda tantos años después, mientras enseña su primera nómina: 833,33 pesetas. “¡Casi el triple de lo que ganaba en la peña sevillista!”, exclama, imbuido por un entusiasmo nostálgico.

El botones Juan era, como lo había sido hasta entonces en la peña sevillista, un chico para todo en el desmirriado Ayuntamiento de la calle Real de su pueblo, “donde habría unos 20 o 25 trabajadores en aquella época”, lo cual contrasta enormemente con la última década, cuando se ha llegado a superar el medio millar de empleados municipales.

Las oposiciones antes de la mili

“Recuerdo los plenos de aquellos años, cuando la corporación se reunía en una mesa como esta y el secretario levantaba acta de todo al día siguiente”, cuenta ahora, evocando aquel tiempo en que él corría con los papeles al domicilio de cada concejal del gobierno del régimen franquista para que los firmaran. Existe una foto memorable de 1967 en la que el entonces gobernador de Sevilla, José Utrera Molina, inauguraba la céntrica calle Diego Llorente del municipio y Juan porta a su lado, con apenas 14 años, una bandeja con las tijeras con que el gobernador cortara la cinta. “Entonces aquella calle se llamaba Oviedo”, explica Juan, memorioso.

Aquel botones diligente no tardó en ascender a auxiliar de administrativo. Con 20 años cumplidos, se le presentó la primera oportunidad de dejar de ser un simple contratado y obtener una plaza de funcionario como administrativo y se puso a estudiar. “Estudié tanto y con tanto ahínco, que el día de los exámenes sentía una tranquilidad grandísima”, dice. Eran tres pruebas: una de mecanografía, otra de cultura general y una última que era un tema de los 28 que había que estudiar. “Yo me lo sabía todo al dedillo, como una máquina, de modo que estuve seguro de no tener competencia”, explica, a pesar de que competía con siete compañeros. En mecanografía, aunque exigían 250 pulsaciones por minuto, él hizo 366. Lo demás fue todo rodado, y conseguir la plaza lo tranquilizó porque “al poco tiempo me tenía que ir a la mili, y yo sabía que si me iba al servicio militar perdería mi puesto al volver”. Fue el año en que murió Franco.

En la primavera de 1976 Juan se reincorporó a su puesto del Ayuntamiento, ya licenciado del servicio militar y como funcionario administrativo. Y siguió poniendo tanto celo en su trabajo que no solo llegó a tesorero municipal, puesto del que se ha jubilado este año, sino que fue un apoyo indispensable para cuantas corporaciones han pasado desde entonces. Entre su docena larga de alcaldes, algunos han sido padres e hijos. “Cuando yo entré con apenas 11 años estaba de alcalde José Amuedo Rodríguez”, explica, “el padre de Emilio Amuedo”, que fue alcalde por el PSOE en los 90. “En la Transición, que fue también una época difícil, porque en el Ayuntamiento dependíamos económicamente de cuando se cobrara en el palenque”, Juan Valle protagonizó alguno de los episodios más turbulentos de los comunistas que reivindicaban derechos para los trabajadores. Juan Valle llegaría a ser alcalde a mediados de los ochenta y es el padre del actual regidor palaciego.

El funcionario, siempre en su sitio

Juan Martín, siempre encorbatado en su puesto de trabajo, impulsor del estudio y las conclusiones estadísticas desde su despacho, reconoce que “la mala fama de los funcionarios está muchas veces justificada”, si bien con su propia historia rompe una lanza a favor de quienes hacen que funcione el país. “El funcionario siempre tiene que estar en su sitio, gobierne quien gobierne”, sentencia. En los últimos años, con la enorme deuda que llegó a soportar su Ayuntamiento, “lo he llegado a pasar mal”, sostiene, “porque veía cómo mis compañeros lo pasaban peor aún, y es que en el Ayuntamiento no había realmente para pagar sus nóminas”. Se llegaron a deber hasta ocho, y hace solo unos días el Consistorio se ha puesto, por fin, al corriente. “Yo llegué a dar más de 300 anticipos, de solo 300 euros, para aviar a tantas familias que no tenían para pagar la luz y a veces ni para comer”, recuerda.

En la placa que le entregaron sus propios compañeros en la fiesta de su jubilación no cabía una historia tan larga, pero las palabras escritas querían decir mucho más de lo que contaban: “De botones a tesorero. Siempre has sido y serás nuestro Juanito Peral. Tus compañeros del Ayuntamiento”.