De la tierra al cielo, un infinito paseo por el Cerro del Hierro

Natures lleva a cabo un curso centrado en las posibilidades didácticas del cielo de la Sierra Morena de Sevilla, reserva Starlight. Los presentes fabricaron un visor de constelaciones, un contador de estrellas y un planisferio. La caída de la noche trajo consigo la posibilidad de contemplar numerosas constelaciones y conocieron la historia que hay detrás de muchas de ellas.

29 jun 2019 / 12:22 h - Actualizado: 29 jun 2019 / 12:25 h.
  • De la tierra al cielo, un infinito paseo por el Cerro del Hierro
  • De la tierra al cielo, un infinito paseo por el Cerro del Hierro
  • De la tierra al cielo, un infinito paseo por el Cerro del Hierro
  • De la tierra al cielo, un infinito paseo por el Cerro del Hierro
  • De la tierra al cielo, un infinito paseo por el Cerro del Hierro

El Cerro del Hierro es el lugar de la Sierra Morena de Sevilla más visitado a lo largo del año, y también es, a su vez, el más deconocido. Esta verdad a medias no es sino la manera más ambigua posible de asegurar que este emblemático paraje nunca termina de conocerse en toda su extensión.

Y es que El Cerro del Hierro es un lugar idóneo donde empaparse de historia. De la historia de su formación, de cuando todo aquello era un fondo marino, de cómo se formaron sus rocas y de qué seres habitaban por aquel entonces. Historia también de su actividad industrial y de esa mano minera que transformó el paisaje hasta convertirlo en monumento. Y además es lugar mágico para el senderista y también para el paseo a pie o en bicicleta por su magnífica vía verde. Pero cuando todo eso acaba ¿qué queda? Más de lo que pensamos. Algo tan finitamente infinito como su cielo.

Un cielo de calidad

Por una vez el suelo rojizo macerado de hierro no ha sido el gran protagonisa de El Cerro, en cambio, su cielo ha copado todas las miradas. Y todo gracias al curso práctico que se llevó a cabo en la tarde noche de ayer viernes. Un curso impartido por la empresa Natures en el que se invitó a los presentes a llevar a cabo un paseo por el universo, gracias a su cielo de calidad, reserva Starlight.

Como inicio del curso, y tras la preceptiva bienvenida, Isidoro Pérez procedió a lanzar varios datos y conceptos al aire. Datos como los más de doce mil kilómetros que tiene la tierra de diámetro, los más de dos millones de años viajando a la velocidad de la luz que nos costaría llegar hasta la galaxia más próxima o los 150 billones de estrellas que existen y lo parecidas que muchas de ellas son al sol, lo cual dejó intrigados a los presentes acerca de esa posibilidad de que existiera vida más allá de la que nosotros conocemos en nuestro planeta, nuestra galaxia.

Un curso práctico

Independientemente de esa parte teórica, que consistió en esa aportación de datos y conceptos, el curso resultó eminentemente práctico, y los participantes construyeron con sus manos objetos con los que conocer mejor el universo que tenemos encima de nuestras cabezas. De esta manera, el primero de esos objetos que se llevó a cabo fue el del visor de constelaciones. Un visor para el cual se utilizaron vasos de cartón. Sobre la base de los mismos se pegaron las constelaciones que cada participante quiso. Unas constelaciones previamente impresas y cuyos puntos fueron perforados a continuación con alfiler y lápiz para que al paso de la luz pudiera contemplarse, al igual que se haría mirando al cielo la constelación elegida.

Otra de las manualidades que se llevó a cabo en este curso fue la de la elaboración de un contador de estrellas, recortando una circunferencia de doce centímetros y colocando una pequeña cuerda de treinta centímetros que permitiera tomar referencia de la distancia. Las estrellas que pudieran contarse dentro de esa circunferencia habría de multiplicarse por cien para tener una aproximación de cuantas estrellas habría, pues nuestros ojos no son capaces de verlas todas.

Por último, los participantes en este curso también tuvieron la oportunidad de fabricar su casero planisfero. Un objeto hecho a base de papel y un plato de cartón en el cual, sincronizando el día, el mes y la hora solar se podría apreciar el mapa de estrellas que tenían ante sus ojos.

El cielo más didáctico

La caída de la tarde iba a traer consigo la gran pizarra didáctica de este curso, el cielo. Fue entonces cuando los participantes se trasladaron hasta la explanada del ocre y tomó la palabra Rosa Jiménez, quien a la espera de que las estrellas hicieran acto de aparición, comenzó por hablar de esa estrella visible de día que es esa gigante roja que llamamos sol. Mientras Jupiter se adelantaba al resto de la luces del cielo, Jiménez habló de esos errantes de la antigüedad que no eran más que planetas. Estrellas que, aclaró, se movían y que seguían en ese movimiento la eclíptica del sol. A medida que iba oscureciendo y la noche caía sobre El Cerro del Hierro las estrellas iban mostrándose de manera tímida. De este manera, en torno a las once de la noche ya era visible la osa mayor y a través de ella se podía localizar la estrella polar y la osa menor.

La explicación natural de la posición de la constelaciones se mezcló con la interpretación mitológica de las mismas, por lo que el curso se volvió de lo más ameno, y de esta manera los participantes pudieron conocer la historia que se encontraba tras la osa menor y la mayor, y los dioses Zeus, Hera, Calisto y Arcas.

Junto a esa explicación mitológica acerca de las constelaciones, los presentes pudieron conocer la disposición del triángulo de verano. La noche ya cerrada permitió que se pudiera contemplar en su máximo esplendor, con Alair, Deneb y Vega en cada vértice del mismo dando vida a las constelaciones del Ágila, Cisne y Lira respectivamente.

Corazón de tierra y cielo

Como colofón, antes de dar por finalizado el curso, los asistentes contemplaron una de las más llamativas constelaciones del verano como lo es la de Escorpion. Un conjunto de estrellas que forman la imagen de este antrópodo que da nombre a una constelación muy unida a la de Orion, y que tras de sí alberga otra historia mitológica muy curiosa que habla de por qué no pueden estar juntas ambas constelaciones en el mismo plano. Aunque los asistentes al curso no pudieron contemplar Orión por la época del año en que nos encontramos sí que apreciaron con claridad la estrella Antares. Una estrella algo más rojiza que el resto de su constelación y a la cual se le conoce como el corazón del escorpión. Su color cobrizo destacaba en el cielo al igual que en la tierra, una tierra, la de El Cerro del Hierro que vuelve a mostrar un elemento más que hacen de esta zona algo único y lleno de posibilidades. Y es que a la belleza de su suelo se una la de su cielo.