Cuenta la historia que En 1494 era comendador de Guadalcanal don Fadrique Enríquez de Ribera. Tenía su residencia en lo que se conocía como El Palacio, hoy Ayuntamiento de la localidad. Personada una visita canónica a la villa, y documentada esta, tal vez a muchos se les escapó un interesante detalle. En dicha visita ya se hizo referencia a unas tenerías próximas al Palacio. Ello suponía un incomodo al comendador que había ordenado que se trasladaran a otro lugar. Sin embargo, ni los propios curtidores, ni el Concejo, esgrimiendo la importancia capital de dicha industria estuvieron de acuerdo. La solución de los visitadores fue la de racionar el agua que les llegaba desde la fuente de la Plaza Mayor, hoy Plaza de España, a trés días por semana para el propio comendador, utilizando esta misma para abastecimiento de su casa como para el de la huerta, dejando, por tanto sin caudal a los curtidores, en lo que pareció el principio del fin.

Hoy, más de quinientos años después, en Guadalcanal se reescribe la historia. En un levantamiento ordinario del adoquinado de la calle para llevar a cabo tareas de reurbanización, al igual que se hace en distintas calles de la localidad, se ha vuelto a descubrir el vestigio de lo que en su día fue una importante industria. Tanto es así, que también se ha sabido, indagando en la historia, que en la villa existieron 34 molinos de zumaque, que era el material empleado en estas tenerías para el curtido de las pieles.

De los trabajos de reconocimiento e investigación, una vez levantada la calle se ha hecho cargo el arqueólogo Florentino Pozo, quien trabaja conjuntamente con la también arqueóloga Elena Méndez. Según este, las tenerías descubiertas ahora podrían ser aquellas del siglo XV que en su día detestó Fadrique Enríquez, y boicotearon los visitadores canónicos. Según Pozo “se reconocen en una serie de balsas de forma circular, oscura sobre terreno más claro. Es el hueco para colocar una balsa en en el terreneo natural de la caliza. Sirve muy bien par contener líquido y que no se vaya”. Para el arqueólo, el sitio en el que se han encontrado, aunque no tenían constancia real de ello, sería el idóneo para este tipo de instalaciones, ya que se surtirían de ese venero de la Plaza y su pendiente serviría a la perfección para llevar el agua hasta las balsas. Junto a estas balsas también se han encontrado desagües o aliviaderos. Además, también se da la circunstancia de que se encontraban a las afueras del pueblo. “Siempre se instalan en las afueras de las ciudadades y los pueblos. Es un sitio nauseabundo y poco vivible. La putrefacción que generan los líquidos que se le echan a las pieles es insoportable”, explica el arqueólogo.

Desde que se descubriera a mediados de esta semana, muchos han sido los curiosos que se han acercado a contemplar estos restos con más de cinco siglos de antigüedad. Ello, ha originado, igualmente, un debate en la población acerca de si deberían volver a taparse o, por el contrario, exponerse al público. A este respecto, Florentino Pozo ha asegurado que es la primera opción la mejor de ellas en este momento. “Si fueran restos muy sobresalientes y fueran reconocibles por todo el mundo de que eso es necesario dejarlo visistable pues sí, pero en este caso es una calle de uso público que la localidad necesita. Va a seguir estando conservado porque lo vamos a cubrir con un geotexil, que es una lámina protectora, encima una capa de grava y después el adoquín. Van a seguir estando ahí. En el futuro y si hay un planteamiento general de la población y del pueblo de Guadalcanal y de conservar ese sitio concreto se puede quitar el adoquín y recuperar las balsas” señala Pozo, a lo que añade su opinión personal y profesional, “como técnico creo que habría que conservarla volviéndolas a tapar y en un futuro si la población decide y quiere y busca fondos económicos para recuperarlas y dejarlas vistas lo puede hacer, el coste sería menor. Ahora mismo el coste sería mayor y es una polémica innecesaria en la población dejar la calle a ver qué hacemos abierta, en espera de que haya un proyecto de conservación y después hasta que punto eso es reconocible como un valor visualizable y visitable. Creo que se podría incluso habilitar otros espacios mejores que la misma calle. Estas curtidurías se expanden por debajo de los jardines y son partes que se podrían recuperar en un futuro y no hay rodadas de coches”. Dejarlas a la vista en tanto se decide lo que se hace sería un grave error, señala Pozo, ya que las mismas lluvias podrían deteriorarlas “detrás viene la semilla, los pajaritos, los árboles, las plantas, la gente pasando, una erosión... no merecería la pena arriesgarse a ello”.

Así pues, Guadalcanal ha destapado y ha tenido un breve encuentro con su historia. Ahora ya sabe lo que guardan sus adoquines. La historia, a buen seguro, seguirá hablando y dando que hablar.