“Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”, recoge San Mateo en sus evangélicas escrituras. Esta es, precisamente, la premisa esencial de un colectivo de voluntarios cuyo único propósito es apostar por desprender el verbo amar, convertido para muchos en anhelo. Simple, cuanto menos, por mucho que las personas juguemos a hacerlo complejo.
Historia marcada por la ilusión y el intercambio de deseos es la que nos cuenta dos domingos al mes una fundación que apuesta por Soñar Despierto. Un despertar mutuo compartido con ternura a aquellas personas del Colegio Ciudad San Juan de Dios (Alcalá de Guadaíra) que mantienen viva la llama de jóvenes voluntarios en cuyos rostros la emoción no cesa en querer aportar al mundo una visión: todos somos iguales ante los ojos de Dios.
¿Igualdad fundada? Sin duda alguna, pues el recital de sentimientos aflora desde el primer abrazo hecho oración. No hay corazón más fuerte que el que expone un voluntario en su propósito de dar amor. Más si cabe es el que devuelven esos “niños” cuando sus semblantes irradian sonrisas capaces de pausar cualquier “problema” a los que muchos otorgamos tal denominación. Magnificente es la manera en la que estos alumnos rompen esquemas a cualquiera que acuda al colegio con la palabra preocupación. La nobleza infundida por ellos nos ayuda a comprender que, innegociablemente, aquello a lo que llamamos “problema” deberíamos denomiarlo como “circunstancia sin resolver”. Trasfondo de todo voluntariado el que florece cuando aprendemos esta lección. La vida nos enseña que, en el mundo, el egocentrismo es un cáncer que afortunadamente puede tener sanación.
Preciosa es, por consiguiente, la armonía del entorno creada entre alumno y monitor. No está del todo claro quién es el que más se nutre de esta relación. Curiosa es, de este modo, la respuesta recibida por el voluntario en su interior: “no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita”, dice en esta oración su autor.
Juegos, risas y bailes convergen en el centro de la reunión. Las horas pasan volando porque el tiempo no es dueño de un espacio en el que sólo predomina el arte de compartir desde el corazón. Qué bello es el sentido dado a una causa tan humana en la que, valga la redundancia, el ser humano es la única misión.
Singular y verdadera es la experiencia vivida en un proyecto que, un año más, la Fundación Soñar Despierto regala para aportar al mundo su granito de arena. Seamos, por ende, testigos de un mensaje que nunca debería ser en vano. Va a ser cierto aquel refrán que asegura que “no tenemos en nuestras manos la solución a los problemas del mundo, pero frente a los problemas del mundo tenemos nuestras manos”. Tomemos conciencia para prestar ayuda sin esperar nada a cambio. Puede que la sorpresa sea recibir más de lo entregado.