Cada martes y jueves, al terreno de juego del polideportivo municipal de Lepe saltan decenas de niños y niñas que tienen el fútbol como pasión, y que, de momento, se divierten pegando patadas al balón y aprendiendo los conceptos positivos del deporte, el juego en equipo y el compañerismo.
Es algo que hacen las pequeñas personas de este pueblo onubense desde hace años, cuando se creó su escuela de fútbol, en un municipio que tiene los colores amarillo y negro muy metidos en su corazón deportivo, al ser los del Club Deportivo San Roque de Lepe, equipo que ha llegado a militar en Segunda División B, y que solo hace una semana que estuvo a punto de eliminar al Getafe de la Copa del Rey.
La base deportiva y social de ese club son, en parte, sus escalafones inferiores, y sus responsables trabajan para que cualquier niño o niña que quiera formar parte de la escuela lo haga sin problema alguno. Y si hay algún problema, se soluciona.
Da fe de todo ello Javier, el nuevo “fichaje” de esta escuela de fútbol recién incorporado al Prebenjamín del equipo lepero. A sus seis años, formar parte de la escuela de fútbol, dar patadas al balón en un césped profesional y ponerse la camiseta amarilla y negra era el sueño de este pequeñín: “está loco de contento, no tengo palabras para describir su alegría y cómo le están ayudando en el club para que lo pase tan bien”, explica su madre, María Elisa Santana.
Un gigante con menos estatura
Cuando María Elisa tenía siete meses de embarazo, le dijeron que Javier tenía menos longitud de lo normal en piernas y brazos, y escuchó por primera vez una palabra que ya se ha hecho habitual en su diccionario de vida: acondroplasia.
Sí, Javier tiene esa «patología», pero eso no le impide «ser un niño normal, que juega, que corre, que se divierte, que es un trasto» y que, como todos los niños, vuelve locos a todos los que le rodean cada día con las ocurrencias de alguien que va a cumplir siete años del próximo 6 de enero.
María Elisa ya sabía que, cuando Javier cumpliese la edad mínima para ello, iba a pedir jugar en los escalafones inferiores del club de sus amores. De modo que un día se fue con él a las oficinas del club y comenzó el mismo proceso que cientos de padres y madres han hecho en este municipio de la costa de Huelva cada año con el mismo fin. “Solo hemos tenido ayuda, gente que se ha volcado con Javier para que cumpla su ilusión”.
Problemas con la equipación: solventados
Y ha sido así de fácil. El entrenador de Javier “es un máquina, y está muy pendiente de que vaya al mismo ritmo de los demás”, y en las oficinas del club se pusieron manos a la obra para solventar el único problema que podría impedir a Javier jugar con sus compañeros: encontrar la ropa con la talla adecuada.
Para ello, “han movido cielo y tierra”, pero cada martes y jueves este pequeño aspirante a futbolista, que desde que nació había dicho que, de mayor, quería ser bombero, mecánico o policía, puede dar las mismas patadas al balón que los niños de seis años de su pueblo.