Gilena celebra su ‘fiesta de los tontos’

Este pueblo de la Sierra Sur ha convertido el Día de los Inocentes en una ya tradicional fiesta de carnaval navideño en el que prácticamente todo el pueblo sale disfrazado

29 dic 2017 / 10:54 h - Actualizado: 29 dic 2017 / 11:03 h.
  • No se conoce el origen exacto de esta fiesta en la que participan niños y mayores. / El Correo
    No se conoce el origen exacto de esta fiesta en la que participan niños y mayores. / El Correo
  • Los disfraces para esta ‘fiesta de los tontos’ de Gilena son de lo más variado y el ambiente en las calles es muy animado. / El Correo
    Los disfraces para esta ‘fiesta de los tontos’ de Gilena son de lo más variado y el ambiente en las calles es muy animado. / El Correo

Si hay un pueblo en España que ha sabido darle la vuelta a la simbología del Día de los Inocentes para celebrar una fiesta realmente original, este es Gilena. Los poco menos de 4.000 habitantes de este pueblo de la Sierra Sur se echaron a la calle ayer para celebrar lo que se puede considerar una –por no decir la principal– de las fiestas más importantes del año, que, además, tiene un nombre muy significativo: La fiesta de los tontos.

Tan típica y llamativa es la fiesta que dos datos hablan de ella por sí mismos. No se conoce su origen exacto, y el día siguiente es festividad local, para facilitar que los que más trasnochen lo puedan hacer sin mirar el reloj en ningún momento.

Y eso que la jornada del 28 de diciembre es laborable en Gilena, aunque muchos de los grupos que se forman durante el año para salir disfrazados juntos por las calles pasan buena parte del día preparando la ropa con la que se presentan a un concurso en el que el premio, visto el ambiente en las calles, parece lo menos importante.

No obstante, ya bien entrada la noche, se entregaban los premios a los mejores disfraces, tanto en individual –tres premios– e infantil. Los niños, hasta 15 años, son, de hecho, los que se encargan de abrir la fiesta, y su pasacalles se iniciaba cuando pasaban pocos minutos de las seis de la tarde. Dos horas después eran los mayores los que recorrían las calles acompañados por una charanga. La fiesta, desde ese momento, ya no tiene hora de finalización, y sólo la marca el tiempo que cada uno quiera divertirse.


Una historia perdida

No es de extrañar que una cita como ésta atraiga cada año a cientos de personas a las calles de este pequeño pueblo sevillano, que presume, por su especial ubicación, de poseer vestigios de casi todas las civilizaciones que han pisado Andalucía.

«Antigua sí que es, hasta mi abuelo la vivía de joven». Más o menos esa es la frase que se puede extraer de una conversación con vecinos del pueblo si se intenta concretar desde cuándo se celebra la original cita de Gilena. Hasta la propia web del Ayuntamiento, donde su historia tiene sus datos reunidos, no concreta en qué año comenzaron a darse los ya tradicionales desfiles por las calles, aunque teniendo en cuenta las reticencias del antiguo régimen con respecto al carnaval y los disfraces, casi se puede decir que Gilena fue uno de los pocos reductos en los que este carnaval invernal se celebró sin problemas, a diferencia del de febrero.

El Ayuntamiento recuerda que la celebración tenía dos partes bien diferenciadas, por la mañana y por la tarde, ya que desde muy temprano ya se veía por las calles a los más jóvenes –los tontos– vestidos con ropas de mujer, usando enaguas o blusas viejas, con la cabeza tapada con un trapo con dos agujeros para los ojos y un sombrero, y armados con una caña, conocida en el pueblo como caña del padrón, por sus grandes dimensiones.

En esencia, los tontos golpeaban con las cañas a todo el que se le cruzaba incluso a la gente que les veía pasar desde los balcones, dada la longitud de las cañas. De aquella época se recuerda que la gente acuñó la frase «Tonto, tonto y mañana el otro», aunque siempre bien protegidos.

En el pueblo recuerdan que un año a un mozo se le fue la mano, y contando con el permiso de los padres, entró en una casa y golpeó a una chica con una caña en un ojo, una lesión que hizo incluso que se replantease la fiesta, llegando incluso a eliminarse la parte matinal de la cita.

Por la tarde, antes de caer el sol, era el momento de salir a la calle chicos y chicas del pueblo disfrazados con cualquier cosa que tuviesen en casa, con la única condición de llevar la cara descubierta, pero maquillada. En aquellos tiempos del franquismo, los vecinos de Gilena conseguían alargar la fiesta en la calle hasta casi las once de la noche.

La actual democracia le dio un nuevo impulso a la cita, con la ayuda del Centro Cultural de Gilena, que siempre tuvo como premisa mantener los disfraces de la tarde, sin recuperar la celebración matinal.