Guadalcanal se hace eterna gracias a una nueva y hermosa Madrugá

Ntro. Padre Jesús y Ntra. Sra. de la Amargura regalaron una bonita madrugá con un recorrido que no se completaba desde 2017. El cortejo rezumó hermosura y estampas como la subida por Granillos o su paso por Palacio devolvieron estampas para el recuerdo. La AM La Cena de Plasencia y la Banda de Música de Alanís pusieron los sones a los dos pasos de la corporación.

15 abr 2022 / 16:20 h - Actualizado: 15 abr 2022 / 16:26 h.
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No habían pasado cuatro horas desde que las últimas notas del Jueves Santo se dejaron de oír en la Plaza de España cuando el público ya tomaba posiciones en este idílico lugar de fragancia primaveral. Aunque lo cierto es decir que nadie se fue, aun sin su presencia, porque la Madrugá empezó mucho antes de que saliera a la calle ese eterno nazareno y su madre María Stma. de la Amargura. A decir verdad, nunca se fue, muy a pesar de la pandemia y de los años predecesores cuando la lluvia aguara tan importante noche. Nunca se fue porque nunca se dejó de soñar con una madrugá colmada de amor. El amor de pueblo, el amor cofrade, el amor a madrugá morá de silencio y devoción.

La Agrupación Parroquial La Cena, de Plasencia, traía sus sones en pasacalles antes de que el silencio se impusiera. Y casi no había desaparecido por la calle Luenga cuando la Banda de Música de Alanís hacía acto de aparición también con su llegada en palilleras. Todo estaba dispuesta. Tan solo faltaban ellos.

Salida multitudinaria

Repicaron las campanas con sabor a madera poco antes de las cinco de la madrugada, y justo cuando esta cesó y el reloj de la plaza dio tan precisa hora, los armaos apostados en la puerta de la iglesia llamaron con determinación y la luz se hizo. Una luz que desprendía el paso que se aproximaba, el de Nuestro Padre Jesús, acompañado de su fiel cirineo. El alma en vilo avisaba de que la espera había merecido la pena. Imponente su paso, terminada de dorar su canastilla, un dulce refulgir lo inundaba todo. Se erigió en mitad de una multitud que no quiso perderse uno de los mejores momentos del año. Aquel para que el cofrade vive. Aquel que se atesora con los recuerdos eternos del corazón. Alargando un poco más ese silencio se acercó al balcón de costumbre, donde una vez más, y ya el ansia ganaba terreno para que así fuera, la colocación del trozo de cruz que en cada salida se resta al misterio, ahora se sumara y comenzara de esta manera otro bendita madrugá. Toma tu cruz y sígueme, reza la llamada a la entrega absoluta, “porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que quiera perder su vida por mí, la salvará. (Lucas 9, 22-25). Toma tu cruz, y síguele, Guadalcanal. Y Guadalcanal le siguió. Le siguió al son de Perdona tu pueblo, Saeta y Cautivo en tu soledad. Tres marchas enlazadas en una chicotá para los anales de la historia.

La belleza y elegancia de la Amargura

Y tras el dulce sabor en la boca que dejó esta ansiada salida, el pueblo recuperó el pulso solo por unos instantes, los que tardó en hacer su aparición María Santísima de la Amargura acompañada de San Juan. En silencio, también, siempre en silencio. A pulso para dotar el paso de patas y comenzar su estación de penitencia. A pulso esa primera chicota. Sobre el suelo empezó a sonar Amarguras, y sobre el mismo se elevó una cuadrilla muy lentamente y con mucha suavidad. Elegante, majestuosa, única. Las lágrimas de amargura de la virgen eran lágrimas de deseo de Guadalcanal. El mismo que ha movido corazones durante estos dos años tan difíciles. Con su sola presencia se acabó la espera, comenzó un tiempo nuevo. Un tiempo anhelado. Un tiempo que ya nunca volverá a irse. Podrá negarnos el agua en otra ocasión su presencia en la calle, pero nadie borrará de nuestras retinas una noche como la de aquel día, como la de aquella madrugá.

El tiempo no quiso ser triste protagonista. Todo lo contrario, se volvió plácido y ni siquiera el aire se tomó la molestia de agitar. Temperatura de primavera. Noche eterna del alma. Ni una nube en el horizonte. No se le hubiera permitido.

Recorrido completo cinco años después

Con esta bondad de noche el cortejo se adentró en Mesones y por Dr. Antonio Porras el tiempo permaneció congelado. Al igual que lo haría por Santiago y San Sebastián. La belleza quiso, sin embargo, buscar su gloria y lo hizo donde hace ya un lustro no la veían, en La Concepción. Por Antonio Machado se buscó el alba que, a fin de cuentas, no tuvo más remedio que rendirse y entregarse a esta bonita madrugá. Se coronó allí donde siempre es bienvenida, en la subida por Granillos, el final de Santa Ana y el comienzo de Espíritu Santo. Y de nuevo el pueblo a sus pies en la bajada por López de Ayala, ya despuntando el día y buscando una vez más la Plaza de España. Habría aún tiempo para más momentos mágicos, únicos e inolvidables como su paso obligado por Santa Clara y la Residencia de Mayores Hermana Josefa María. Ahí volvieron a sonar esos Suspiros de Madrugá que compuso el músico guadalcanalense Mario Morillo y que él mismo interpretó con su clarinete junto a la Banda de Música de Alanís.

Y como la espera mereció la pena El Palacio volvió a llenarse de ojos vidriosos. De caras expectantes y corazones encogidos por la emoción. Otra mañana clara y soleada sirvió de antesala a la recogía. Con una señora chicotá que parecía no tener fin llegó el Señor de Guadalcanal hasta la Plaza de España. Y no con menos arte y maestría lo hizo La Amargura. Conjugando hermosura y satisfacción un nuevo hervidero precedió a esa recogía donde la noche quedó lejos, pero nunca se fue. Como nunca se fue, aunque por momentos no estuviera, esa Madrugá única de Guadalcanal.