Historia de Andalucía entre molinos perdidos

La naturaleza, los antiguos molinos del Viar y Blas Infante dan contenido a una ruta que apuesta por difundir el patrimonio natural, histórico y etnográfico de Cantillana

25 feb 2018 / 21:46 h - Actualizado: 25 feb 2018 / 21:53 h.
"Historia","Medio ambiente","Día de Andalucía","Blas Infante"
  • Los monitores de la ruta profundizan sobre la arquitectura y uso de los molinos desde el interior de uno de ellos. / Fotos: F.J.D.
    Los monitores de la ruta profundizan sobre la arquitectura y uso de los molinos desde el interior de uno de ellos. / Fotos: F.J.D.
  • El guía da explicaciones sobre la fauna y la flora junto al río Viar
    El guía da explicaciones sobre la fauna y la flora junto al río Viar
  • Un expedicionario entra en uno de los molinos de la ruta.
    Un expedicionario entra en uno de los molinos de la ruta.

El río Viar nace en la sierra de Tentudía, y en sus 124 kilómetros no toca ningún pueblo salvo Cantillana, último tramo antes de su desembocadura en el río Guadalquivir. Sus márgenes escriben retazos de la historia y narran leyendas, conservadas en un enclave medioambiental de características únicas. La ruta de los Molinos Perdidos de Cantillana vertebra ese patrimonio a través de un itinerario que, puesto en relación con Blas Infante, ha sido la propuesta para su puesta en valor dentro de los actos por el Día de Andalucía.

El antiguo camino de Extremadura, que parte de la Alameda cantillanera, da inicio a un itinerario de 11 kilómetros a través de las primeras estribaciones de la Sierra Morena y por paisajes de extraordinaria belleza poco habituales en La Vega. Las márgenes y el Viar son una reserva de especies autóctonas de flora y fauna, algunas en peligro y protegidas.

Las características del terreno han potenciado también toda esta riqueza. El Viar pasa por una de las fallas más antiguas de la península. Río arriba se alzan paredes de la cuenca pérmica –de la era paleozoica–, con 300 millones de años de antigüedad. Un paisaje a base de capas de conglomerados y arcillas, con un relieve definido por los derrumbes y deslizamientos de los distintos estratos.

La fuerza del río ha sido aprovechada desde antiguo. Existía ya en la Naeva romana una incipiente industria que empleaba molinos movidos por el agua. De los 15 conocidos en el siglo XVI se conservan seis. Reutilizados y reconstruidos en las sucesivas etapas históricas, son exponente de un floreciente pasado y dan nombre a la ruta que exhibe lo mejor –y desconocido– del pueblo.

Tres de ellos eran de harina y el resto de aceite. El primero de la ruta es harinero y con indicios de ser romano. A través de un dique de canalización, se llevaba el agua hacia unas compuertas para accionar el mecanismo. Aún son visibles sus bóvedas y parte de su arquitectura. Más adelante, dos de ellos –mejor conservados y construidos casi sobre el río– junto con sus almacenes, muestran unos edificios erigidos a bases de piedras y elementos del entorno. En servicio hasta el siglo XIX, hoy son reservas de biodiversidad, pues en su interior hayan cobijo especies como el murciélago o la avispa alfarera.

Cantillana se enorgullece de su papel en la construcción del andalucismo. Fue durante la estancia de Blas Infante como notario en el pueblo cuando compuso el himno tomando como referencia el canto religioso del Santo Dios. Siempre se resaltan su faceta profesional, su activismo político y su labor social. Sin embargo, el padre de la patria andaluza era una persona sensible e interesada por la naturaleza, su cuidado y conservación y la protección de los animales.

En sus 13 años de vida en la localidad frecuentó estos parajes de molinos. Imbuido de tal riqueza llegó a escribir Los mandamientos de Dios en favor de los animales, que a modo de decálogo de inspiración católica, defiende su cuidado «porque son como tú, criaturas vivas de Dios». Autor de poemas a los pájaros o alegatos en defensa de los toros, fue un adelantado ecologista y animalista. Tal era su amor por la naturaleza que instauró la Fiesta del Árbol, que se sigue celebrando en primavera en los colegios.

Fue aquí donde encontró –confirmado por su nieta Mª Jesús– a Don Dimas, el zorro que tomó como ejemplo de que el animal responde al trato que se le da y, aunque su estado natural es la libertad, puede ser domesticado. Convertido en figura de peluche, es la mascota de la Ruta de Blas Infante, que une los pueblos donde vivió, estudió y trabajó y supone un viaje por el andalucismo.

Junto a la historia, esta ruta guarda misterios que la tradición oral y popular ha ido transmitiendo. Así, en un entorno que por su orografía y sus características fue cuna del bandolerismo, el que salió del pueblo (el Barquero de Cantillana) también se sirvió de los molinos perdidos. Entre realidad y leyenda se cuenta que Andrés López, tras matar al hijo del alcalde por el pleito y el amor que los enfrentaba, recaló en estas ruinas para esconderse de la ley y lanzarse al monte como bandolero. Historia que inspiró la creación del conocido personaje Curro Jiménez y que en Cantillana, en el Viar y en los antiguos molinos tiene su génesis.

El proyecto de vías verdes y su conexión en los pueblos de la Vega hará que los molinos perdidos sean accesibles. Mientras se concreta, se trabaja en la creación de una señalización que haga la ruta accesible. Sin dejar de dar prioridad a la conservación y protección. Con actividades de difusión se busca la puesta en valor de un entorno que, a pesar de ser cercano, es un absoluto desconocido. Potenciando así su interés como espacio natural, de cultura y tradición. Un legado que relata parte de la historia de Cantillana y Andalucía.