La base y Morón, un vínculo histórico desde la lejanía

Sólo una veintena de familias americanas residen en la ciudad del gallo. La llegada de Trump preocupa a la plantilla española, que teme más despidos

María Montiel marmondua /
10 nov 2016 / 07:00 h - Actualizado: 10 nov 2016 / 07:00 h.
"Trump gana la Casa Blanca"
  • La urbanización La Ramira es donde se alojan algunas familias estadounidenses. / M.M.
    La urbanización La Ramira es donde se alojan algunas familias estadounidenses. / M.M.
  •  Un avión cisterna de las Fuerzas Aéreas de EEUU aterriza en la base áerea de Morón de la Frontera. / Efe
    Un avión cisterna de las Fuerzas Aéreas de EEUU aterriza en la base áerea de Morón de la Frontera. / Efe

La historia reciente de Morón de la Frontera está ligada indiscutiblemente a la base aérea, cuyo uso comparten España y Estados Unidos. Aunque curiosamente lleva el nombre de la ciudad del gallo, todo su perímetro se encuentra dentro del término municipal del vecino pueblo de Arahal. No obstante, la población militar siempre ha mantenido fuertes lazos con Morón, unas ataduras que se han ido desligando con el paso del tiempo.

La base estadounidense se remonta a los Pactos de Madrid, firmados el 23 de septiembre de 1953 entre Estados Unidos y España para instalar cuatro bases en suelo patrio, entre las que se incluye la de Morón de la Frontera que ya funcionaba en su uso militar nacional.

Hoy día en la base prestan servicio unos mil militares estadounidenses, en su mayoría pertenecientes al cuerpo de marines, más 15 funcionarios de dicho país y unos 70 trabajadores de Vectrus, la empresa norteamericana encargada de los servicios de mantenimiento y conservación del recinto. Sin embargo, esa cifra –que en ocasiones ha ascendido incluso hasta los 3.000 militares– va fluctuando dependiendo de la actividad militar, que cambia según los diferentes gobiernos americanos y la política que mantienen en el exterior.

A pesar de esta fuerte presencia extranjera, actualmente en Morón solo una veintena de familias estadounidenses residen en la ciudad, la mayoría situadas en la urbanización La Ramira, a pocos kilómetros de distancia del centro militar. Del mismo modo, encontrar algún militar americano paseando por las calles o visitando los comercios suele ser una rara excepción, ya que suelen elegir Utrera como lugar donde convivir.

Para el alcalde, Juan Manuel Rodríguez, «la distancia de Morón con la base ha motivado que la vinculación no sea tan directa como en Rota, que está justo al lado». En total son 15 kilómetros lo que separa la puerta del recinto y las primeras viviendas de la Alameda II en Morón de la Frontera.

Rodríguez índice en que «los negocios de aquí no han visto oportunidad porque no hay tanto volumen como ocurre en Rota donde te encuentras una hamburguesería a las puertas de la base aérea». El hecho de que a unos pocos kilómetros se encuentre Utrera y el centro metropolitano hace que muchos militares se decanten por otros emplazamientos con más servicios para establecer su residencia.

Desde la llegada de estos militares, la época de mayor esplendor económico y laboral, así como más presencia en la ciudad, fue en los ochenta. Poco antes, mientras se consolidaba la base, comenzaron los primeros puestos de trabajo entre los jóvenes de los municipios colindantes.

Muchos moronenses recuerdan como en los sesenta, el municipio creció ante la llegada de sus nuevos vecinos –tanto militares como civiles al albor de los puestos de trabajo– que no tenían residencia fija en la base. Barrios míticos como El Pantano o el barrio de Santa María surgieron gracias a los nuevos residentes y a las mejores condiciones económicas de los propios habitantes.

Fue al inicio de los años 50 cuando los rumores de trabajo se comenzaron a escuchar entre los jóvenes de la comarca. Uno de ellos era el cronista, Juan José García López, quien se puso a estudiar inglés tras una recomendación del maestro de música. El idioma le posibilitó entrar a trabajar como civil en la parte americana de la base. Su primer trabajo fue como mozo de almacén aunque, posteriormente, sus conocimientos con la lengua le permitieron ascender a traductor. Veinte años de servicio, le dan para contar muchas anécdotas a J.J, como era conocido entre sus compañeros.

Con añoranza relata que, «en aquella época el paro en los municipios de la zona llegó a bajar hasta cero», desplazándose hasta el recinto en unos trailers que llamaban «la ballena».

Las bases son «pequeñas ciudades» dentro del propio recinto con discoteca, supermercados, escuela y bolera. La cultura traspasaba también barreras con la música. Jimmy Hendrix o Bob Dylan eran artistas desconocidos en España hasta la llegada de los americanos. Era vox populi que los españoles les encargaban música que aquí, hasta entonces, no se podía escuchar.

La distancia cultural era palpable también en las fiestas populares cuando «llevaba a algún negrito a ver las procesiones de la localidad y pensaban que era el Klu Klux Klan», explica el cronista, a quien le sorprendía la libertad sexual de las mujeres «tan diferente a la que había en España». Recuerda que «para la recatada España de la época, las mujeres eran muy atrevidas, tanto las casadas como las solteras».

En esos años, la relación entre españoles y americanos era muy cercana e incluso, García López, hizo de Celestina entre sus compañeros y chicas moronenses que «luego terminaron casándose aunque se marcharon a América». Pocas familias quedan de las que antaño vinieron a trabajar en la instalación castrense.

En 1988 llegó hasta La Ramira Mª Luisa y su marido Paul. Ella es de Sevilla y él un militar americano que estaba destinado en Rota cuando se conocieron. Poco después fue trasladado a Morón de la Frontera, donde viven en un chalé que ya se les ha quedado grande. La calidad de vida de la zona les motivó a quedarse residiendo aquí y solo van a «América de vacaciones».

Aunque Pablo trabaja actualmente en una empresa de mantenimiento –tras ser militar y personal civil en la base–, aún tiene vínculos con los militares americanos, a pesar de llevar más tiempo residiendo aquí que en su país. Para su mujer él es «más español que americano» y sus tradiciones y gustos culinarios estén más cerca de la tortilla de patatas que de la fast food.

Critica a las personas que se manifiestan en contra de las base ya que «se ofrece muchos puestos de trabajo» tanto directos como indirectos. Para María Luisa la prueba se encuentra en la venta que hay en la urbanización donde diariamente acuden a comer americanos. Miguel Ángel Cabeza es el regente del establecimiento donde se reúnen y reconoce que «son clientes habituales».

En la zona solo tres viviendas están adquiridas en propiedad por las familias americanas, el resto son alquiladas a vecinos que la utilizaban como segunda residencia. Juan Carlos tiene arrendada su casa a un militar desde hace un año. Él residía allí permanentemente, pero «me salía más beneficioso salirme y alquilar para mí en Morón» explica este el casero que cuida del jardín del chalé.

Pasea con su perro por la urbanización Kirstie Thacker quien habita con su marido en uno de los chalés. Llegó desde Kentucky en abril y quedó prendada del lugar. Le gusta la ciudad y reconoce que la «barrera del idioma nos hace tener menos contacto con los vecinos». Todavía así visita con su pareja el municipio intentando integrase en la comunidad.

Nuevo escenario

Después de ocho años, se presenta un nuevo escenario político diferente que marcará las directrices de funcionamiento de la base. Ante el nuevo gobierno de Trump, incertidumbre en Morón pese a que Juan Manuel Rodríguez reconoce que «tradicionalmente los cambios de gobiernos no se han notado especialmente en Morón, aunque si en la base».

En esta última época, con los demócratas, las decisiones han ido encaminadas «a recortar los puestos de trabajo de mantenimiento y conservación del recinto». Prueba de ello son los tres expedientes de regulación de empleo que se ha sufrido en los últimos años. Ante el actual panorama político inquietud, ya que el alcalde desconoce cuáles serán las directrices «en política exterior puesto que Donald Trump no se ha posicionado claramente».

Preocupación también en el comité de empresa de Vectrus para quien la llegada a la Presidencia de un político «de talante xenófobo y populista de derechas» lleva a pensar que Estados Unidos promoverá políticas «más severas respecto a los trabajadores españoles» del recinto. Según avisa José Armando Rodríguez, Donald Trump incluso ha hablado de la idea de que los países que cuenten con bases estadounidenses en su territorio paguen «cánones» a Estados Unidos, por contar con protección» a través de las tropas norteamericanas. En cualquier caso, los trabajadores españoles de la base de Morón están «preocupados».

El comité de empresa ha insistido, de nuevo, en reclamar una revisión del convenio de cooperación entre España y Estados Unidos en materia de defensa, donde se regula el uso de la base de Morón, al objeto de proteger a la plantilla española, equiparar las condiciones de la plantilla con las de los trabajadores de la base de Rota.